martes, 6 de diciembre de 2011

Reflexiones sobre las revoluciones árabes

Túnez, Egipto, Libia, Siria...han sido noticia estos últimos meses por las revueltas que se han producido en ellos. Una oleada de revoluciones se ha desarrollado por todo el mundo islámico, en lugares donde parecía que nada ocurriría, y donde la opinión general era que aquéllas sociedades nuca se moverían, que sus gentes aceptarían eternamente la situación en que vivían.
Pero, de forma sorprendente, la realidad se ha encargado de desmentir la idea dominante, y miles de personas en diversos países del mundo islámico se echaron a las calles a reclamar más libertad y una mejor vida, llegando en algunos casos, como en Libia, ha producirse una guerra civil en la que intervino la OTAN en favor de los sublevados. Y haciendo la vista gorda ante un hecho tan reprobable como la tortura y asesinato sin ningún tipo de juicio de Gadaffi. Hecho que junto con el asesinato de Ben Laden, también aceptado con naturalidad ,abre un camino muy tenebroso, el de pensar que todo vale, que el asesinato es legítimo, lo que nos llevaría a reflexiones profundas sobre lo que se nos viene encima sin darnos cuenta, que tipo de sociedad y sistema se está impulsando desde el Occidente de los derechos humanos; pero esto es otro tema...
Pasado un tiempo prudencial, pasado el entusiasmo inicial con que acogimos las rebeliones, es hora de intentar reflexionar sobre el futuro de los países que han logrado cambiar el régimen, o que parecen estar cerca de ello. Y he de reconocer que el optimismo, la luz que parecía desprenderse de las revoluciones, se ha tornado en duda, en sombras amenazantes.
Esto no significa que apoye algunas tesis que sostienen que todo ha sido un movimiento impulsado por Estados Unidos y algunos países occidentales para cambiar los sistemas políticos autoritarios de la zona, y beneficiar a Occidente. No creo en las tesis conspiranoicas, en la idea de que agentes ocultos de potencias mundiales puedan hacer movilizar a cientos de miles de personas, pues con tales argumentos cualquier revolución sería tachada de estar al servicio de intereses ocultos, con lo cual indirectamente se está favoreciendo el conformismo, la aceptación resignada de lo existente .Lo que no quita que una vez creada una situación revolucionaria las potencias intenten sacar tajada  convirtiendo los nuevos regímenes nacientes en aliados en el tablero mundial de amigos y enemigos.
Dicho esto, muchos pensábamos que se abriría un período de libertad para los países árabes, de triunfo del laicismo. Pero la falta de reflexión y la ingenuidad no son buenas compañeras, y las ilusiones se están enfriando rápidamente.
Y creo que algunos no tuvimos en cuenta la fuerza del islamismo, el que los movimientos políticos islamistas eran los más organizados, y por tanto los que acabarían imponiéndose. Es evidente que en las revoluciones  acaban triunfando las fuerzas más preparadas, aquellas que cuentan con una mejor organización, ideas más claras y cohesión interna, aunque no sean las que impulsaran la rebelión. Y estas son ,en muchos casos, los partidos islamistas. Son ellos quienes se están imponiendo, si bien en unos casos son grupos más moderados, y en otros más radicales. Pero este triunfo de fuerzas en principio autoritarias deberíamos haberlo previsto. La mayoría de las llamadas revoluciones, empezando por la mitificada revolución francesa, supusieron el triunfo del despotismo y el terror en sus diversas formas:del jacobinismo al comunismo o los caudillismos. Pocas lograron mantenerse ajenas a la tiranía, fundar la libertad. Y sólo este hecho debería haber conseguido hacer que fuésemos más precavidos.
Incluso si la intención de algunas potencias occidentales ha sido apoyar las revoluciones para conseguir que los países árabes fueran aliados frente a potencias emergentes como China o el problemático Irán, puede que tampoco se logre. Es evidente que un triunfo islámico en nada perjudicaría a Irán, que podría verse incluso reforzado, acelerando los preparativos de una guerra contra el citado país. Tampoco afectaría negativamente a China, el enemigo principal hoy por hoy de los Estados Unidos y de Europa Occidental, pues es difícil que regímenes islámicos hicieran pinza con Occidente contra China.
De cualquier forma no debemos oponernos a las rebeliones contra los autócratas, todo lo contrario, debemos alegrarnos cuando esto suceda, pues es una señal de que la idea de libertad no puede ser definitivamente destruida. Pero si debemos mostrarnos más precavidos, menos ingenuos, no olvidando la tendencia histórica de sustituir un sistema de opresión por otro.
Con todo, no sabemos lo que sucederá en el mundo árabe, ni si los gobiernos islámicos que parecen vislumbrarse en el horizonte liquidarán la libertad naciente, o la respetarán, pudiendo en un futuro ser sustituidos por otro tipo de fuerzas políticas. La historia, el tiempo, dirán.

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