domingo, 5 de febrero de 2012

Katmandú: un espejo en el cielo

Icíar Bollaín vuelve a ofrecernos otra película que irradia sensibilidad, humanidad, ternura y emoción, con personajes creíbles, como los que podemos encontrar en cualquier calle de cualquier país, con sus luces y sus sombras.
El film, basado en un hecho real, nos cuenta la historia de una joven profesora catalana que se desplaza a Nepal para trabajar durante un tiempo en una escuela del citado país, donde la pobreza y la falta de escolarización, así como la ausencia de medios para enseñar a los niños hace muy difícil la actividad educativa.
Pero la directora evita caer en posturas maniqueístas, y a través de los personajes que acompañan a la joven profesora española, especialmente su ayudante y gran amiga, una joven nepalí de mente abierta, comprendemos junto a los elementos negativos conservadores y clasistas de aquel país los valores positivos de solidaridad y apoyo mutuo que se da en esa sociedad, el sentido de comunidad, mucho más sólido que en nuestros países donde rigen el individualismo y la competencia.
Intercalada con algunas imágenes del pasado de la protagonista, la película se adentra en la progresiva transformación interior de la profesora, de cómo encuentra un sentido claro que dar a su vida, luchando y sacrificándose por los niños y niñas, llegando a renunciar a otros aspectos de su vida, como al amor.
Y es que encontrar un sentido profundo a nuestra existencia y un lugar en el que poder desarrollar nuestro sueño, sueño de servir al bien, al prójimo, debería ser una meta, incluso aunque no se logre.
Ella, la maestra catalana, lo consiguió, pese a las heridas profundas y sangrantes que sufrió su alma y las dolorosas pérdidas a las que hubo de enfrentarse para encontrar la luz en su existencia.
Todos nosotros deberíamos hacerlo, o al menos intentarlo, aunque fracasemos si aspiramos a vivir en paz con nosotros mismos en vez de vivir de acuerdo a lo que nos dicten otros, buscando la felicidad en lo que no puede traerla: los placeres esporádicos del consumo, el sexo o la abundancia material, a través del trabajo asalariado, esclavizador, vacío y destructor de los valores humanos.

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