sábado, 8 de diciembre de 2012

Enquiridión

Nacido en torno al año 50 después de Cristo, Epicteto, cuyo verdadero nombre nos es desconocido, fue vendido de niño como esclavo y llevado a Roma. Obtenida la libertad fue discípulo de Rufo, un filósofo estoico con el que aprendió los principios de la Stoa.  Fue mandado al exilio junto con otros filósofos por ser considerados peligrosos para el estado, allá por el año 90. Nuestro pensador se estableció en Nicópolis donde fundó una escuela en la que impartió clases hasta su muerte entre el año 125 y 130, entre el cariño de sus discípulos.

Y es aquí donde la figura de Epicteto se agranda, convirtiéndose para nosotros en modelo a seguir, en alguien hacia quien reconocemos sentir un profundo amor por la forma de vida que adoptó en coherencia con sus principios filosóficos.

Siendo famoso por sus enseñanzas y habiendo podido, de haber querido, ser rico, vivió en una casa sin puerta, con solo una cama, una mesa y una lampara de metal que cambió por una de barro cuando se la robaron. Célibe, ya en su madurez acogió al hijo de un amigo al que éste no podía alimentar, lo que le hizo abandonar su vida solitaria.

Nunca escribió nada, como Sócrates,pero un discípulo suyo, Arriano, recopiló por escrito sus enseñanzas y gracias a él nos han llegado sus ideas. Enquiridion o Manual de vida es junto con Disertaciones uno de los libros donde su discípulo recogió su doctrina.

La base de las ideas de Epicteto es ser capaz de distinguir lo que depende de nosotros y lo que no. Si nos centramos en lo que no depende de nosotros, como la salud, los cargos, las riquezas...no lograremos la tranquilidad, la calma interior, la verdadera libertad. La impasibilidad y la imperturbabilidad son esenciales en el pensamiento estoico y por tanto en nuestro filósofo. Para lograr este ideal filosófico de impasibilidad Epicteto plantea alejarse de la búsqueda de los placeres y deseos materiales para centrarse en lo fundamental, que es la vida interior, y por tanto el vivir con modestia y frugalidad en todos los aspectos, incluyendo el sexual y el alimenticio, y es que las viejas escuelas de filosofía clásica marcaban pautas para todos los aspectos de la vida.

Pero Epicteto, como el resto de pensadores o moralistas clásicos, independientemente de la corriente de pensamiento a la que se adscribiesen, no se limitó a crear un sistema teórico de cómo vivir, sino que desarrolló lo que Pierre Hadot denominó como ejercicios espirituales- Ejercicios espirituales y filosofía antigua, biblioteca de ensayo Siruela-. Estos ejercicios espirituales, que no deben confundirse con los del cristianismo, se basan en traer a la mente una serie de ideas que permitan acercarse al ideal de vida y ético que la escuela propugna. Y tomó la filosofía como forma de vida, de ahí la admiración que sintió hacia  el legendario filósofo cínico Diógenes, que vivió en un tonel, es decir fue ejemplo del verdadero sabio y supo prescindir de prácticamente todo lo que consideramos imprescindible en la vida.

En el caso de nuestro querido Epicteto este propone, por ejemplo, traer a la mente ideas de diversas desgracias que pueden acontecernos, desde el exilio a la pobreza, y sobre todo la muerte. Esto, que a los hombres y mujeres de la modernidad hedonista y progresista puede sonarles como algo espantoso o como ejercicio de puro masoquismo, no supone más que un esfuerzo psicológico de preparación del hombre o mujer ante los problemas y desgracias que en toda vida se presentan y fortalecerle para enfrentarse a ellos. Es por tanto una forma de preparar a la persona para las complicaciones inevitables de la vida y también de evitar el terror ante la muerte. Pues para él la muerte no es ningún mal, sino la idea que nos hacemos de ella-y lo mismo en el resto de las cosas. Son las ideas que tenemos de las cosas las que nos dañan, no las cosas en sí-.

El pensar en la muerte también trae consigo la destrucción de las ideas  de egocentrismo, de gloria  y de dar a la misma vida y lo que nos acontece una importancia de la que en realidad carece, pues al fin a todos nos espera el desaparecer. Es decir nos ayuda a no desear, o a reducir los deseos negativos.

Una idea interesante del Enquiridion, y también que puede ayudarnos en nuestras vidas para alcanzar la serenidad, es que debemos aceptar las cosas como ocurren, no como nosotros queramos que sean.

También encontramos en sus página una firme defensa de la voluntad cuando sostiene que la cojera, por ejemplo-y él era cojo- puede ser un impedimento para el cuerpo pero no para una persona con voluntad.

Estas son algunas de las ideas que podemos leer en sus páginas,  entre otras como las de aceptar cada uno el papel que le toque en la vida con dignidad, o el ejercitarse en la continencia frente al deseo sexual o en el sufrimiento frente al dolor.

Podemos compartir algunas de sus reflexiones y rechazar otras por ser extremadamente difíciles de lograr, como por ejemplo cuando sostiene que hay que  aceptar tranquilamente la partida del mundo de los seres queridos pensando que han sido devueltos. Pero más allá de opiniones personales sobre este o aquel punto que se sostiene en el libro recomendamos su lectura por un doble motivo. 

El primero porque en una sociedad donde prima el culto a lo externo, el materialismo más descarnado, el consumismo y la creación constantes de necesidades superfluas, las ideas de Epicteto, como las del cinismo y el estoicismo, en algunos aspectos, pueden servir de contrapeso para reconstruirnos como seres morales dotados de valores espirituales elevados, para expandir la libertad interior  y , quizá, en un futuro, para esforzarnos por dejar de ser esclavos de las cosas y por tanto indirectamente de los dueños de las cosas, como somos ahora.

Y en segundo lugar por la belleza de las ilustraciones artísticas  que recorren todo el texto publicado en  la editorial El barquero.





No hay comentarios:

Publicar un comentario