jueves, 13 de junio de 2013

En qué consiste mi ideario:buscando un sentido a la vida

Aunque a lo largo de numerosos escritos que he ido colgando en este sencillo y mediocre blog he expresado mis opiniones sobre diferentes temáticas y hechos que están aconteciendo, tanto en el mundo como en nuestro país, dejando traslucir mucho de mis ideales, de mi forma de entender la vida, tanto en lo político como en lo moral, lo económico, lo artístico...creo que nunca he escrito un texto definiendo más detalladamente en qué consiste mi ideario, de qué fuentes bebo, cuáles son mis sueños y que sentido le doy a mi existencia.

Sobre todo siendo consciente que desde que comencé a escribir El paseante solitario, allá por 2009 hasta el día de hoy mi pensamiento ha experimentado ciertos cambios, por una parte ha regresado al pasado pero por otra se ha nutrido de nuevas ideas.

Aunque carece de interés, quisiera empezar por hacer un resumen brevísimo de mi evolución política, moral y religiosa.

Sensible desde muy niño a las injusticias y los abusos, no soportando ver que hubiera gente que no tuviera apenas nada y tuviera que mendigar para sobrevivir mientras otros nadaban en la abundancia y sublevándome el contemplar, en un colegio religioso, los abusos de niños mayores hacia niños pequeños, no en el sentido sexual, sino en el sentido de molestarles o de tirar sus balones de fútbol lo más lejos posibles por el simple de mostrar su superioridad física y de joder, ante el silencio y la pasividad de los profesores  de un centro que se decía cristiano, de forma muy incipiente, por supuesto, mi pensamiento empezó a evolucionar de forma diferente al de mi familia.

Nacido en una familia de derechas y religiosa, mi mente infantil captó rápidamente que la gran mayoría de quienes se dicen creyentes se alejaban totalmente de lo que podía leerse en el Evangelio. Yo les sentía totalmente afectos a los ricos, a los poderosos, juzgando a la gente por su dinero, por sus clase social lo que en mi opinión no coincidía para nada con lo que yo podía leer en la Biblia.

Esto hizo que a los nueve años perdiera la fe y me alejara para siempre de la Iglesia católica, pero no del Evangelio, hacia el que siempre he tenido simpatía y cercanía.

Era lógico, por tanto, que en el despertar de las inquietudes políticas, con trece o catorce años, me sintiera vinculado a la izquierda. Eran aquellos años los últimos de la URSS y parecía que la única alternativa al capitalismo pasando por los regímenes comunistas, por lo que durante un breve tiempo me convertí en un simpatizante del PCE, para disgusto de mi familia.

Pero la reflexión, algunas lecturas y la caída del Muro me hicieron ver la verdadera realidad sanguinaria y tiránica del mundo comunista y de sus partidos. Sin embargo, al contrario que muchos otros, mantuve intacto mi rechazo a las injusticias, a la opresión, al sistema, lo que me llevó a los quince años a abrazar el ideal anarquista.

Mi anarquismo, empero, fue siempre un anarquismo pacifista, pues, incapaz de matar una mosca, jamás simpaticé con algunos anarquistas que en el pasado cometieron atentados de triste recuerdo ni tampoco con cierta estética, afortunadamente cada vez más escasa, difundida por algunos medios o revistas libertarias del encapuchado, el tirachinas o el cóctel molotov.

Pronto dejé de sentirme un bicho raro cuando conocí, metafóricamente, a uno de los escritores y pensadores que más han influído en la construcción de mi ideario:Leon Tolstoi. Su anarquismo cristiano-en el sentido ético, no religioso-, su defensa de los valores del evangelio frente a la Iglesia, su rechazo del Estado, los ejércitos, el derramamiento de sangre y el culto al dinero y a la propiedad privada, influyeron poderosamente en mi conciencia, y, en cierto sentido, con algunas diferencias, a día de hoy se puede decir que sigo siendo anarcocristiano, o tolstoiano.

Sin embargo, mi rechazo a todo tipo de ortodoxia, la inexistencia de un movimiento libertario fuerte y no sectario, abierto a la sociedad, me hacían sentir que con el anarquismo no bastaba. Que la mera ideología no basta, que en la vida hay aspectos mucho más importantes.

Tras unos años de abandono de mis antiguos principios y una aventura política fracasada, pero que me ha enseñado mucho, descubrí poco a poco, y gracias a otro escritor, este vivo, y al que he conocido en persona ,Félix Rodrigo Mora, a los filósofos clásicos y sus diferentes escuelas.
Este descubrimiento fue esencial, pues sirvió para ensanchar la mente, valorar la moral como algo esencial en la vida y perfilar un ideario mucho más extenso que el constituido por los viejos libertarios tipo Tolstoi, Kropotkin, Bakunin y demás.

En los antiguos filósofos barbudos encontré, fundamentalemnte en estoicos y cínicos, dos aspectos esenciales:primero, que lo fundamental en la vida no debe ser la búsqueda de bienes materiales, honores, éxito o fama, sino la riqueza espiritual, la búsqueda de la virtud, del bien, de la justicia, no sólo en palabras, sino en actos, en la propia vida, de ahí el profundo amor que siento, por ejemplo, a un Epícteto, que siendo famoso por sus clases, vivía en una casa con solo una cama, una mesa y un candil, afrontando su cojera con dignidad o la fuerza y valentía de un Crates o un Diógenes viviendo practicamente como mendigos-asemejándose a los dioses, que nada necesitaban-.

Y en segundo lugar, valoro sus consejos para aceptar y afrontar los golpes de la vida y de las gentes con quien compartimos nuestro paso por el mundo, procurando relativizar las heridas que sufrimos, y no dando demasiada importancia a las cosas que no la tienen.

Se puede decir, por tanto, que mi ideario constituye una conjunción de un anarquismo pacífico y constructivo, firme pero nunca sectario, heterodoxo y tolerante con la diversidad de creencias, incluidas las religiosas, que tienen todo el derecho a expresarse y manifestarse públicamente, junto a una moral basada en principios estoicos y cínicos y en los de Sócrates-estos últimos en un sentido moderado, pues no creo necesario vivir a la intemperie, expuesto a mil penalidades-, especialmente del primer cinismo, el de Zenon de Citium, que defendía la modestia en el vivir pero también el autogobierno de los individuos por su genio interior, por su razón y que luego imitó uno de los últimos y más grandes estoicos ,Epicteto. pero también tomo del cristianismo su idea del amor, esencial si se quiere construir una sociedad basada en la libertad como no dominación. Pues sin esa idea del amor, sin unos principios morales fuertes como los de cínicos y estoicos, cualquier alternativa revolucionaria que quiera levantar una sociedad diferente, una vida diferente, libre del trabajo asalariado y la opresión del hombre por el hombre-dentro de los límites de nuestra imperfección-, está condenada al fracaso.

En esto consiste mi ideario, y ese ideario es el que dota un sentido a mi vida, pues quienes carecemos de fe en un más allá, en una vida eterna, quienes, incluso, nos aterroriza la idea de que nuestro Yo pueda ser eterno, y deseamos que nuestra vida acabe pronto, que podamos descansar para siempre, quedando nuestras cenizas dispersas por la tierra, allá donde la lleve el Dios Eolo, y nuestros átomos se dispersen, libres, por la infinitud del universo, debemos buscar un sentido profundo a la vida.

Y sin un ideal, sin un ideario, no habría sentido a nuestra existencia en medio de la belleza y sordidez de este mundo.


No hay comentarios:

Publicar un comentario