domingo, 21 de julio de 2013

Sobre los deberes , los valores y la reconstrucción humana.




Desde, al menos, la Revolución Francesa con su Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano hasta la actualidad, en el discurso político y ciudadano siempre escuchamos la palabra derechos. Pareciera como si  luchando o enarbolando la bandera de los derechos a la vivienda, al empleo, a una vida digna…y consiguiendo que estas reclamaciones aparezcan en las Constituciones, estuviera todo resuelto.

Mientras, la palabra y el concepto de deberes, es sepultado, y no escuchamos que se mencione en boca de nadie.

No obstante, un análisis más meditado, nos permite descubrir que solo dando un mayor peso a los deberes del que se le da por la casi totalidad de las colectividades, permitiría acercar a la realidad esos valores, principios y derechos que se exigen.

Cojamos el desgastado lema de la Revolución Francesa- aquella revolución ensalzada por casi todos y creadora de la civilización opresiva que tenemos, que cambió el dominio de manos y generalizó el militarismo, el control del Estado, el capitalismo y el trabajo asalariado, por ejemplo- Libertad, Igualdad, Fraternidad.

Pues bien, si definimos la libertad como un estado de no sujeción o dominación entre personas, nos damos cuenta de que ésta no es sólo un derecho, sino un deber. Tenemos el deber  de no interferir o destruir las libertades ajenas. Y esto es más claro cuando se opta por defender el concepto de libertad como no dominación, frente a la idea dominante de libertad negativa o liberal, basada sólo en que nadie se entrometa en nuestras vidas excesivamente, mientras nos encerramos en nuestras vidas privadas, ajenos a casi todo lo que nos rodea, con lo cual, indirectamente, aumentamos el peso de los poderes sobre nuestras vidas.

La libertad como no dominación, para ser efectiva, implicaría la participación y toma de decisiones en todos los ámbitos vitales que nos incumben, para ir rompiendo con las estructuras piramidales. Pero esta idea de libertad a desarrollar, tampoco podría reclamarse sólo como un derecho. Si no es vivida e interiorizada como un deber por los individuos, no pasaría del papel, de las buenas intenciones, y nunca llegaría a cristalizar en la base de una nueva civilización. Acabaría siendo retórica hueca.

Lo mismo es aplicable a la igualdad. Tenemos el deber de tratar al prójimo como queramos que nos traten a nosotros.

En cuanto a la fraternidad, la solidaridad, el apoyo mutuo…es mucho más claro la necesidad de que estos valores sean vistos como deberes de unos con otros para lograr pasar de la caridad- que es lo que tenemos actualmente con los sistemas de bienestar jerárquicos, de reparto de migajas a los más desfavorecidos, con la crisis cada vez más en disminución, aunque eso se presente como solidaridad laica- a la verdadera solidaridad, que consiste en compartir , en crear redes horizontales donde nadie quede abandonado a su suerte.

Por lo tanto, para nosotros, sólo una sociedad que ponga los deberes en el mismo o superior lugar al de los derechos-sin olvidar que los derechos siempre serán necesarios.-, deberes libremente aceptados, viviendo éstos en las mentes y corazones de los seres que constituyan esas colectividades podrá hacer realidad los valores y derechos que ahora sólo habitan en los papeles, en las intenciones.

Y, por tanto, sólo una civilización de los deberes así contemplados, podrá reconstruirnos como seres humanos destruidos por la mera reclamación de derechos, que nos ha convertido en seres pasivos, que aceptan alegremente la situación de siervos a cambio de ciertas comodidades que ya se están perdiendo y en seres insolidarios .

La comunidad de derechos y deberes equilibrados abriría la posibilidad de hacer nacer una civilización mejor, de mayor calidad humana, de gentes más conscientes.

domingo, 14 de julio de 2013

Sócrates. Un hombre de nuestro tiempo

El historiador Paul Johson, autor de libros como Historia del cristianismo, ha publicado un texto muy ameno sobre una figura legendaria del mundo de la filosofía: Sócrates.

Con el título: Sócrates. Un hombre de nuestro tiempo, la obra nos sumerge, no sólo en el mundo personal de Sócrates, sino en la Atenas de la época, pues sin ella nos es posible entender la existencia del filósofo.

Nacido en el 470 AC desarrolló su actividad y pensamiento en una época de esplendor de Atenes y de desarrollo del humanismo y de la democracia,gracias a la conjunción de un grupo de hombres con ideas innovadoras sobre la sociedad y la vida, como Pericles, que tuvo su reflejo en el mundo de las artes, el deporte, la política y la expansión comercial pero también militar.

Fisicamente se le describe como un hombre con barba, de labios gruesos, nariz chata y ojos saltones, de hecho el capítulo segundo del libro se titula: "Un feo guasón con el don de la felicidad". Él era consciente de su fealdad, pero no sólo no le suponía ningún problema, sino que se reía de si mismo con sus amigos, e incluso suscitó el enamoramiento de una de los más bellos jóvenes de Atenas, Alcibiades, enamorado de su inteligencia y su personalidad. Un amor según el autor, no correspondido.

No sabemos con certeza si fue escultor, como su padre, aunque sí hay constancia de que fue hoplita, o soldado de infantería en algunas guerras en las que participó Atenas.

Pronto, la voz de su conciencia, le indicó que tenía que ser un examinador de hombres, sin cobrara nada por su actividad, lo que hizo que redujera sus necesidades materiales al mínimo. Los testimonios nos indican que despreciaba el bienestar físico y material, en parte por temperamento y en parte por entrenamiento propio, achacándosele frases como "la pobreza es un atajo para el autocontrol", o la profunda y muy acertada "nada hay que decir a favor de la riqueza y alta alcurnia, que son caminos fáciles para el mal"-, cosas que vemos claramente en el mundo actual, con los escándalos del mundo político y económico, y la pasividad hasta hace poco de la gente de la calle, educada en el amor al dinero y la riqueza material, y a los que no importaban mucho las corruptelas, hasta que la crisis, el paro y la creciente miseria está provocando una indignación generalizada, aunque de momento silenciosa.

Recorría las calles, plazas y mercados de la ciudad interrogando a ciudadanos de todas las condiciones para sacar a la luz la inconsistencia de sus afirmaciones, reconociéndose ambos, interrogador e interrogado como ignorantes, que debían buscar en su interior la verdad, a través de preguntas y respuestas sucesivas. Este método se conoce como mayeutica, del que viene la famosa frase de "sólo sé que no sé nada". Es este un método de enseñanza y búsqueda de conocimiento realmente revolucionario, muy alejado del tradicional método de aprendizaje teórico, y que sería muy interesante ver si es o no aplicable a la enseñanza, anclada en métodos que, creo, ya no conducen a nada, pues no hay más que observar la escasez del pensamiento creador e innovador en una sociedad escolarizada y donde mucha gente llega a la Universidad. Y esto debería hacer reflexionar sobre donde están los fallos.

La fealdad de Sócrates hacía que algunas personas hacía que a veces sufriera insultos y zarandeos, pero su humor genial,queda de manifiesto en la respuesta que daba a quienes le decían que por qué no se enfurecía con esas cosas:"Si un burro te cocea, ¿emprenderías acciones legales contra él?".

Otra característica de su pensamiento es el rechazo a la ley del talión, o del ojo por ojo, algo dificilmente concebible en la época. Y también su rechazo al relativismo moral, y su búsqueda de una moral universal, tema de actualidad en una sociedad alejada de la búsqueda de una moral universal hundidad en el relativismo.

Se puede decir que con Sócrates la filosofía baja a la calle, a preocuparse de los asuntos mundanos, especialmente de la ética y de la justicia. Y podemos considerarlo como un impulsor del pensamiento libre e independiente de los ciudadanos, al incitarles a buscar la verdad por sí mismos, en su interior, todo esto unido a un elemento irónico que nos convierte su figura en alguien atractivo y admirable.

Se puede considerar que la misión fundamental de Sócrates, que según el autor creía impulsada por Dios-pues al parecer tenía un fondo monoteista- era como acanzar la vida buena,entrenando a la persona en el fortalecimiento de su alma, el lado moral de la persona y sede de las virtudes, lo que se lograba con el control de los instintos corporales que tendían al egoísmo y el materialismo. Esta comprensión y aprendizaje de las virtudes, aplicadas a la vida diaria, era la sabiduría.

Sócrates siempre intentó ser coherente con estos principios, comiendo y bebiendo con moderación y menosprecienda la acumulación de riquezas y bienes materiales.

Optimista en relación a la naturaleza humana, creía que nadie hacia el mal a sabiendas, y que este era fruto de la ignorancia.

Para Paul Johnson, el juicio y condena a muerte de Sócrates está vinculado a la amistad personal que le unió a tres políticos, antiguos discípulos suyos, que llevaron a Atenas a la guerra, la miseria y la tiranía-Alcibiades, Critias y Cármides-. Y si bien Sócrates rechazó sus acciones, llegando a desobedecer la orden de detener, confiscar sus riquezas y matar a un hombre rico fue convertido en chivo expiatorio, lo que unido al rechazo de algunos atenienses a sus ideas, hizo que fuera acusado de impiedad, por no creer en los Dioses y por corromper a los jóvenes.

No quiso huir de Atenas y aceptó ser juzgado de acuerdo a las leyes de la ciudad. Condenado a muerte por exigua minoría, se le dio la oportunidad de aceptar otra condena en lugar de la de muerte. Pero su carácter irónico le jugó una mala pasada .Con su talante habitual propuso pagar una multa de una mina, lo cual fue considerado como un insulto.

Encarcelado y encadenado, recibió las visitas de sus jóvenes amigos, como Platon-que se fue alejando posteriormente de su pensamiento, presentando un Sócrates muy alejado del real y de lo que realmente pensó-, Jenofonte o Antístenes, así como de su mujer, Jantipa, y sus hijos.

Tras beber la cicuta que le entregó el carcelero, murió, no sin antes despedirse con una frase enigmática y humorística ante los compungidos y llorosos discípulos: "Critón, debemos un gallo a Esculapio. Hazlo así, no te olvides".

Sócrates no escribió nada a lo largo de su vida y, tristemente, no nos ha quedado de él ni una carta. El creía en la filosofía como una actividad vital, no académica y no le interesaban las clases, academias y liceos.

El filósofo debía ser buena persona, y valiente, a la hora de enfrentarse con sus elecciones y sus consecuencias en la vida.

La filosofía implicaba una forma de heroísmo, y quien la seguía debería ser capaz de sacrificar hasta la propia vida, para lograr la mayor excelencia moral y mental.

Y eso hizo Sócrates, aceptando su muerte.

Por eso forma parte, para nosotros, del galeón de los ilustres, de los que con su vida y ejemplo, tienen mucho que aportar a la humanidad.
















viernes, 5 de julio de 2013

Melchor Rodríguez: 120 años del nacimiento de un héroe olvidado

El 30 de mayo de 2013, se cumplió el 120 aniversario del nacimiento de Melchor Rodríguez García, apodado en la Guerra Civil como El Ángel Rojo.

Un nombre anónimo, desconocido para casi todos los españoles, salvo para los interesados en la lectura o estudio de la guerra civil.

Sin embargo creemos que es justo rescatarlo del rincón del olvido, para que todos los españoles puedan reconocer a una figura que, en un tiempo de terror y miseria supo mantener la dignidad y el respeto al prójimo y su vida.

Melchor nació el 30 de mayo de 1893, en el seno de una humilde familia sevillana. Quedó pronto huérfano de padre, por lo que tuvo que abandonar con apenas trece años sus sueños de estudiar pasando a trabajar como calderero para poder susbsistir.

Llegó a intentar labrarse una carrera de torero, en la que no tuvo éxito.

Sus inquietudes políticas y sociales le encaminaron al mundo sindical, inicialmente a la UGT para rápidamente encontrar su lugar en el anarquismo, llegando a ser presidente del sindicato de carroceros, ya en las filas de la CNT. Se unió también a la Federación Anarquista Ibérica, creando un grupo dentro de esta llamado Los Libertos, destacando éstos por su anarquismo humanista, contrarios a métodos como los robos para lograr fondos.

Paso por la cárcel en numerosas ocasiones, en todos los regímenes existentes, desde la dictadura de Primo de Rivera a la República, terminando por el franquismo.

Fue en la guerra civil cuando se labró su figura de héroe que no dudó en arriesgar su vida para salvar a las de miles de oponentes políticos.

Enemigo del terror, de los que se tomaban la justicia por su mano y se dedicaban a llevar la muerte por todo Madrid, logró se nombrado Delegado de Prisiones, con plenos poderes,gracias a su compañero García Oliver, Ministro de Justicia,antiguo pistolero del Grupo Los Solidarios, creado para enfrentarse a tiros con los también pistoleros contratados por la patronal, allá por los años veinte, para poder poner fin a las matanzas de presos que tenían en Paracuellos, donde miles fueron ametrallados tras ser sacados de las celdas y con la promesa de un traslado, un triste símbolo.

Para lograr esto tuvo que enfrentarse a Carrillo y a los comunistas fundamentalmente. Pero no sólo a ellos, sino que, como describe Alfonso Domínguez en su biografía sobre Melchor-El Angel Rojo. Editorial Almuzara- también sufrió un intento de asesinato por parte de algunos compañeros, aparte de varios a manos de comunistas.

Y es que en el Movimiento Libertario convivían dos sectores, los enemigos de la represión y las matanzas, y quienes las justificaban y colaboraban en ellas. Leyendo entre líneas nos damos cuenta que para los segundos Melchor era un traidor pero, debido a su prestigio de luchador, no podía hacerle nada abiertamente, por lo que, en uno de sus viajes en coche, intentaron ametrallarle.

Pero no sólo salvó la vida de miles de presos, sino que, junto con sus compañeros del grupo Los Libertos, ocupó el Palacio de Viana, donde dio acogida a muchos perseguidos.

También logró dar salvoconductos a muchas personas para que huyeran de España e, incluso ,recuerdo, cuando, hace años, hablando con la hija de su chófer durante la guerra-no he vuelto a saber de ella, y por desgracia no sé si aín vive o no-algunas noches, con su chófer, recorría las calles de Madrid, y, con panñuelo miliciano al cuello, paraba a los coches de la muerte, aquellos coches que llevaban a personas para darles un tiro en la nuca en algún descampado, aprovechando las sombras y la impunidad de esos años, diciendo que él se encargaría de ellos;lo que hacía era  ponerles a salvo en alguna embajada.

Así actuaba Melchor, como cuando salvó a los presos de la cárcel de Alcalá que iban a ser asesinados tras un bombardeo de la aviación fascista enfrentándose a una multitud enfurecida.

Destituido de su cargo en Marzo de 1937 por las presiones del PCE, fue concejal, e incluso alcalde, por breves días, tocándole el triste papel de entregar la ciudad a los franquistas.

Condenado a muerte, pena conmutada con posterioridad por la gran cantidad de personas de derechas que testificaron a su favor, salió de la cárcel en 1944 para luego volver a ella en alguna ocasión por sus actividades antifranquistas y de apoyo a la CNT clandestina en España.

No quiso aceptar ningún cargo en el sindicalismo vertical, ni ningún buen trabajo de los que le ofrecieron algunas personas a las que salvó de la muerte.

Vivió muy humildemente como agente de seguros, dando cobijo y alimento a una pareja amiga, un banderillero y su mujer, que vivían en la pobreza. 

Murió en 1972, siendo su entierro un lugar de encuentro muy curioso de las dos Españas. Así ,mientras unos entonaban el himno libertario A las barricadas sobre un féretro donde reposaba la bandera rojinegra de nuestros amores, otros rezaron un padrenuestro.

Dejó una hija, de bonito nombre, Amapola, nombre que eligió por ser una flor que crece librey salvaje en los campos.

Desde este blog queremos recordar a una persona que anteponía la vida humana a cualquier otra consideración, al que ni izquierdas ni derechas interesa elogiar y homenajear por su ideal anarquista, pues rompe su propaganda de los anarquistas como violentos, delincuentes y asesinos.

Pero la justicia se acabará imponiendo, y Melchor y su labor heroica en la guerra acabará por ser reconocida, más allá de simpatías o antipatías políticas.







miércoles, 3 de julio de 2013

Sobre el dolor

Cicerón, figura famosa del mundo antiguo, fue un brillante orador, abogado, político e introductor de la filosofía griega y su diversidad de escuelas en Roma.

Escribió numerosas obras, algunas de las cuales comentamos aquí en alguna ocasión, como Sobre la vejez y Sobre la amistad. También hemos leído de él Tusculanas y Sobre los deberes.

Sobre el dolor es uno de sus últimos libros, escrito en su villa de Túsculo, hacia el final de su vida.

Fue en esta última etapa de su caminar y reflexionar en el mundo, antes de ser asesinado por motivos políticos, cuando escribió la mayoría de sus obras filosóficas.

Sobre el dolor, es un texto muy breve, que se lee rápidamente pero que, para nosotros, no alcanza la amenidad y el interés de Sobre la vejez y Sobre la amistad, por ejemplo.

En su libro, utilizando relato mitológicos, como el título indica, reflexiona sobre el problema del dolor.
Sobre si es el mayor mal que puede acontecer al hombre, o los hay peores.

Aún siendo simpatizante de la corriente estoica, su espíritu independiente, le lleva a criticar la visión de algunos miembros de esta escuela, que llegaban a sostener que el dolor no era un mal.

Para él, el dolor es un mal, pero lo que hay que analizar es si es el mayor de los males posibles, o los hay peores.

Su idea es que, peor que el dolor sería , por ejemplo, la falta de honestidad, por lo que, en cierto sentido, tenemos que esforzarnos para evitar ver en el dolor el mayor mal posible.
Su opinión es que no se debe buscar el dolor, salvo que este ofrezca alguna compensación, como podría ser el resultado de una acción en defensa del bien común,de una causa noble, que traiga como resultado el sufrimiento.

Si el dolor aparece por cualquier motivo, hay que afrontarlo con sabiduría, sin dejarse dominar por la desesperación, aceptando que lo esencial es la consecución de la virtud y que, ya por curación, ya por la muerte, el dolor siempre desaparece. Y si, por circunstancias, no pudiera resistirse más a sus aguijones, siempre cabe la posibilidad del suicidio, que Cicerón no condena.

Por otra parte, incluso, cierto grado de dolor, o, mejor dicho de sufrimiento e incomodidad puede ser positivo.Someterse a pruebas como pasar un tiempo de frío, de sed, de hambre, de agotamiento, puede ayudar a fortalecer el carácter, la mente, el cuerpo. Y, por tanto, quizá sirva para mitigar el dolor, para ser más resistente,cuando éste aparezca en la vida, como siempre aparece, tarde o temprano.

De cualquier manera, tenemos que reconocer que el verdadero y destructivo dolor, que no solo es físico sino muchas veces psíquico,cuando aparece en nuestras vidas, bien de golpe o bien poco a poco, sin darte cuenta ,hasta que un día eres consciente de que el edificio que has tardado años en levantar se ha venido abajo, no son más que ruinas desoladas por la obscuridad y el viento gélido; es como un terremoto que nos sacude por dentro de tal manera que nos vacía de todo sentimiento de alegría, de felicidad, de bienestar, convirtiéndonos en juncos doblados incapaces de ver la luz. Pues bien, creemos que para este dolor, no hay preparación que valga, salvo, quizá, su repetición, que lo mitiga, pero levemente.

Por eso, nosotros, que somos partidarios del ascetismo voluntario y ocasional, creemos que estos métodos son más válidos como forma de no dejarse dominar completamente por la sociedad de consumo y hedonista, de no dejarse arrastrar por la ola del culto al bienestar material, al uso sin control y la destrucción de personas y objetos- pues, lo que realmente se ama se respeta, y por lo tanto no se destruye ni se consume vorazmente- de evitar el triunfo absoluto de lo banal, lo superficial, lo inmediato, lo placentero,de la deshumanización, en una palabra, a la que estamos abocados si no cambiamos el rumbo del barco. Pero que dificilmente nos van a permitir afrontar con garantías el dolor crudo y demoledor que nos golpea, que es, sobre todo, la muerte de un ser amado.

Pues nada hay más doloroso que ir perdiendo trozos de uno mismo, trozos irremplazables.