Todas o casi todas las sociedades
del pasado se dotaban de unas pocas ideas elevadas con las que procuraban
guiarse en sus vidas . Los griegos, por ejemplo, tenían la sabiduría y la
belleza como ideales, otras sociedades posteriores tenían su centro en los
valores religiosos y los grupos de cazadores recolectores por ejemplo lo tenían
en una mezcla de tradiciones, de culto a los ancestros, junto a unas formas de libertad igualitaria
donde no se admitía que unos dominasen a otros y unos fueran ricos y otros
pobres .
Todo esto, claro, sobre el papel,
pues la realidad siempre es compleja y esos ideales, esas maneras de entender
el mundo, de elegir unos valores frente a otros y considerarlos los mejores no
implicaba que en la vida práctica no siempre se siguieran y fueran dejados de
lado.
Sin embargo, si nos trasladamos a
nuestra época, observamos una absoluta falta de ideales elevados; no hay unos
valores sólidos y espirituales que la sociedad haya abrazado. Impera un
economicismo asfixiante que nos ha convertido en seres cada vez más degradados
en búsqueda de dinero y bienestar material. La idea de provecho, de servirnos
del prójimo para nuestros fines, el egoísmo, el bien personal son algunos de
los principios de nuestras comunidades.
Por eso nosotros, sin defender la
copia de modelos antiguos, creemos en la necesidad de retomar el concepto de vida buena, de
salir de la cárcel del culto al dinero, a los objetos materiales y por tanto
librarnos de nuestros esclavizadores, los dueños del dinero y de esos objetos y
riquezas materiales que nos hipnotizan.
Para lograr definir nuestro
concepto de vida buena seguiremos a los griegos y su idea de la filosofía como
forma de vida. De la importancia fundamental de la vida filosófica.
La vida filosófica consistía en
reflexionar y, a través de la citada reflexión abrazar unas ideas, unos
principios, pero aplicarlos a la vida personal, no limitarse a teorizar o
construir sistemas teóricos.
Es en este sentido por lo que
consideramos fundamental en
nuestra época de crisis y declive vertiginoso de los valores humanos defendidos
por los viejos maestros- olvidados o vistos como locos o extravagantes o gentes
sin nada que aportar en la realidad actual- la necesidad de abrazar la vida filosófica
como la vida buena.
Si somos conscientes de algunas
de las causas del estado de postración de lo humano y del grave peligro que
corremos de hundirnos aún más en el fango del sistema, como es la demolición de
los valores del espíritu frente al triunfo de lucro, la acumulación de objetos,
propiedades y riquezas, la voluntad de poder, la competitividad y otros
disvalores debemos ser capaces de abrazar los valores contrapuestos.;los del
espíritu o inmateriales que son claves para el desarrollo de individuos y
sociedades realmente humanas. Por ejemplo la búsqueda del bien común, de la
riqueza espiritual, de la sabiduría, de la belleza, de la libertad como no
dominación, de la modestia en la vida material, del servicio al prójimo y a la
comunidad, del esfuerzo, de la lucha por mejorar interiormente, por elevarse
moralmente todo lo posible.
Pero una vez abrazados estos
valores, se requiere vivirlos lo más posible, sabiendo que siempre hay
debilidades, que nunca se logrará vivirlos con plenitud, que en ocasiones los traicionaremos,
nos traicionaremos.
Pues si queremos tener esperanzas
de salir del atolladero es necesario volver a sacar del desván de la historia
la vida filosófica como vida buena. Debemos ser conscientes de que somos seres
humanos, no máquinas programadas para moverse sólo detrás del oro, en guerra
continua unos contra otros, cegados por el brillo de las monedas, sin ver las
manos que se mueven detrás.