domingo, 26 de enero de 2014

El evangelio abreviado




Escritor de reconocido prestigio y fama mundial, el novelista Lev Tolstoi podía haberse conformado con llevar una vida placentera, disfrutando de sus riquezas, y, si acaso, como algunos filántropos, contentarse con hacer algunas obras de caridad.

Pero, hombre de naturaleza inquieta y buscador de la verdad, descontento de sí mismo y de lo que veía a su alrededor ,sufrió una terrible crisis espiritual que le hizo encontrar en El evangelio, en el mensaje de Jesús las respuestas que buscaba en la vida, el camino para la felicidad interior.

Pero el cristianismo de Tolstoi no debe entenderse como el cristianismo de la Iglesia, el cristianismo de la inmensa mayoría de los que se etiquetan como seguidores de esa fe. Para el gran escritor ruso, la filosofía espiritual , moral y vital de Jesús de Nazaret había sido claramente tergiversada por las Instituciones religiosas que habían ocultado el verdadero mensaje que Cristo dio a sus discípulos y oyentes.

De ahí la publicación de El evangelio abreviado. Rechazando con buen tino, en nuestra humilde opinión, la milagros y la divinización que acabó sufriendo, la citada obra constituye una interpretación, subjetiva si se quiere, de lo que aparece en los Evangelios y lo que Tolstoi entendió de ellos.

Para el ruso la idea de Hijo de Dios que predicaba Jesús hacía mención a que todos los seres humanos son hijos de Dios, tienen una chispa de divinidad, la del entendimiento de la vida. Frente a la idea del Dios externo, y la de los rituales exteriores que organizan casi todas las Iglesias, a las que Tolstoi se opone, Jesús defiende que la verdadera vida es la vida del espíritu, no la de la carne, pues es de ese espíritu de donde surge el entendimiento.

Según Cristo-y Tolstoi, siguiendo a Cristo-, la vida del espíritu es la vida del bien. Sólo quien o quienes organizan su vida terrenal, su vida de la carne ,en torno a la idea del bien, del amor al prójimo, con todo lo que ello conlleva alcanzan la verdadera vida, encuentran la verdadera felicidad, frente a quienes hacen de sus vidas una carrera por satisfacer a la carne, es decir, perseguir metas personales como el éxito, el prestigio, la fama, el dinero, la voluntad de poder…Quienes siguen la vida de la carne no tienen la verdadera vida.

Es este, por tanto, un concepto muy elevado de vida que implica que Jesús, en algunas de sus ideas expresadas en los Evangelios, pese a que nunca predicara abiertamente el fin de la religión judía y observara la mayoría de sus mandamientos, tuviera como ideal una espiritualidad que no necesitara de templos, que viviera en el interior de cada hombre y que se manifestara en sus obras.

De ahí la crítica que observamos en el nuevo Testamento a los fariseos y a todos los que viven una fe superficial, una fe exterior, un seguimiento mecánico de las normas, muchas veces para ser vistos y admirados.

Para Tolstoi son cinco los mandamientos predicados por El Galileo: no jurar, no cometer adulterio, no responder al mal con el mal, no distinguir entre los hombres por nacionalidades o creencias y no ofender a nadie.

De todo esto se desprende que la ética y la forma de vida que Jesús alentaba en todo hombre incluyera repartir los bienes-de ahí el verdadero sentido del supuesto milagro del reparto de los panes y los peces-;hacer el bien a pecadores, prostitutas y personas señaladas como impías, incluyendo el día de descanso; buscar el Reino de Dios en una mismo; no mirar atrás, abandonando el pasado y sin preocuparse por el futuro, sino vivir el momento presente; la lucha contra las tentaciones, es decir evitar dejarse arrastrar por la vida de la carne, la falsa vida, la vida pasajera y temporal, frente a las buenas obras, las obras de amor, que son eternas; el servirse unos a otros; el no buscar ser el primero; el no dominar e imponerse unos sobre otros…

El mensaje que Tolstoi presenta de Jesús, es, en el fondo, el de un revolucionario pacífico y realista, que no defiende la destrucción inmediata y radical del Orden, sino la transformación interior de cada hombre, que se reconoce como Hijo de Dios, transformación que, a la larga provocaría, el nacimiento de una nueva sociedad, la del Reino de Dios en la Tierra.

Para Cristo Dios es amor, y el hombre se una a Dios a través del amor, amor que en última instancia significa dar la vida, morir por el prójimo.

Por su discurso sutilmente rupturista Jesús, según el escritor ruso, fue condenado a muerte y crucificado, pues los ortodoxos, los maestros de la Ley, o una parte de ellos, rechazaban su predicación, al igual que mucha gente del pueblo

Considerado este último Tolstoi por muchos un místico, o un loco, sus ideas, que él identifica con las de Jesús y la de otros guías morales y espirituales que dio la humanidad, a nosotros nos parecen de actualidad.

Caído el socialismo llamado pomposamente y absurdamente científico y viendo lo que es el capitalismo y cómo actúa para destruir el ser humano, las propuestas morales y vitales de Tolstoi nos pueden ser de mucha utilidad. La vida sencilla, el trabajo manual, la vida orientada al bien y a la libertad interior de cada hombre y mujer, la búsqueda de la riqueza espiritual, y la comprensión de la futilidad de convertir nuestro paso por la vida en una lucha por destacar frente a otros, por tener más dinero, más casas, más coches, mejores ligues, más sexo, más placeres, mayores niveles jerárquicos y  mayores cargos en el mundo de la servidumbre laboral son ,para nosotros, el camino para el cambio interior y exterior.

Podrá chirriar, ser motivo de chanza para las multitudes de falsos cristianos y de los seguidores del materialismo hedonista de todo signo y color, incluyendo a los laicos y anticlericales, pero sólo poniendo en el centro la vida del espíritu, en el sentido expresado por Tolstoi, Jesús y otros, encontraremos una vida con sentido y romperemos las cadenas de la esclavitud contemporánea, la de las diversas Instituciones políticas, económicas y religiosas y los objetos y placeres que éstos difunden como objetivo a alcanzar para la dicha y el bienestar.









lunes, 20 de enero de 2014

Sócrates,Jesús, Buda. Tres maestros de vida

El escritor francés Fréderic Lenoir ha publicado un interesante libro sobre tres figuras muy famosas en la historia mundial y que acabaron ejerciendo una gran influencia en el mundo,mucho  más, hemos de reconocer, en el caso de Jesús y Buda, y bastante menos, a nivel popular, la figura y pensamiento de Sócrates.

Se inicia el texto con un prólogo en el que sitúa a los citados tres personajes en lo que él llama humanismo espiritual, considerándolos de gran ayuda para reconstruir una civilización basada en el Ser frente al Tener, colocándolos en una posición contraria tanto al mercantilismo y el materialismo vacío y hedonista como al fundamentalismo religioso que busca la obediencia y la infantilización de las sociedades.

La obra bucea en sus orígenes sociales e infancia, procedente Buda de una familia rica y con cierto poder, Sócrates de una acomodada y Jesús de lo que Fréderic califica de clase media baja. Se extiende a numerosos e interesantes aspectos desde la sexualidad, muy diferente en el caso de Sócrates a la de sus dos “compañeros”, sus personalidades, sus diferentes maneras de enseñar, la interrogación y la ironía en Sócrates, los sermones de Buda y las enseñanzas y parábolas de Jesús, el común rechazo a hacer de la vida una lucha por la obtención de riquezas, poder y placeres materiales, algo que une a los espíritus elevados que en la humanidad han sido y son, así como la fidelidad a sus principios, a sus enseñanzas, hasta el extremo de morir Sócrates y Jesús por ellas.

La última parte de la obra supone un intento de sacar a la luz sus ideas fundamentales, cuáles son las esencias de lo que predicaban o planteaban que para Fréderic son : la inmortalidad, si bien en el caso de Sócrates y Buda estaba basada en su creencia en la reencarnación, frente a la vida eterna en el “cielo” de Jesús, la búsqueda de la verdad, el conocimiento, dominio de sí y entrada en uno mismo como forma de alcanzar la libertad individual, la justicia e igualdad-si bien en el caso de Sócrates y Buda lo era en menor medida que Jesús, que aceptaba de buen grado la compañía y apoyo de mujeres- y sus conceptos del amor, el desinteresado y universal de Jesús, o amor- ágape, la compasión de Buda hacia todos los seres y el de Sócrates que entiende éste como un deseo insatisfecho, pero que puede apaciguarse en la contemplación mística del absoluto.

En resumidas cuentas, en nuestra opinión de no seguidores de ninguna religión institucional u organizada, pero sí de algunos principios de sus fundadores o supuestos fundadores, consideramos muy importante para lograr un renacer, una rehumanización de nuestra derruida condición humana, acoger de Sócrates la búsqueda del conocimiento y la verdad de forma racional y libre, de Jesús su profunda idea del amor y de Buda la compasión hacia todo ser vivo y el desapego , dentro de unos límites de sentido común, hacia las riquezas materiales y los placeres de los sentidos, así como al Ego, fuente de egoísmo y sufrimiento.


De las tres figuras, cada cual tendrá su favorito, pero siempre podremos aprender algo de ellos, siempre podrán ser de utilidad


domingo, 12 de enero de 2014

El cojo de Inishmaan



En el Teatro Español se está representando una interesante obra del autor irlandés Martin McDonagh en la que se nos reflejan, fundamentalmente,
los claroscuros y complejidades de los individuos y sus comunidades.

El protagonista es un adolescente tullido, apodado Billy el Cojo, huérfano y acogido por sus tías; su sueño es escapar de una isla de la que se siente preso, sometido a burlas e incomprensiones por sus defectos de nacimiento. Refugiado en la contemplación de las vacas y en la lectura de  libros antiguos, un día se le presenta la oportunidad de huir cuando se entera que a una isla cercana va a llegar un equipo de Hollywood para rodar una película.

La obra, una tragicomedia dotada de un corrosivo humor negro nos muestra una variedad de tipos humanos en las que todos, o casi todos, podemos reconocernos, bien de manera directa o indirecta. Pero también, y lo que la hace para nosotros más atractiva es que sus protagonistas acaban mostrando caras ocultas, rostros desconocidos, desconcertando a los espectadores.

Así destaca Johny, un tipo aficionado a husmear en las vidas ajenas y a cotillear continuamente de todo y todos, sin importarle el daño que pueda ocasionar, pero que esconde, pese a su aparente vacío, en los rincones ocultos de su pasado, una actuación heroica por su altruismo y generosidad. O un marinero, aparentemente comprensivo y sensible, a la vez que solitario, pero que, a veces, reacciona con suma violencia. O dos hermanos, chico y chica, conocidos de Johny, aparentemente agresiva y desvergonzada ella, y simplón él, aunque tampoco son lo que aparentan.

Junto con sus tías, mujeres que le critican pero que a la vez adoran al protagonista, destaca el retrato de Bylly el Cojo. Un chico inteligente, observador y reflexivo,  marginado y considerado con pena e infravalorado por la comunidad por sus defectos, también  capaz de lo mejor y lo peor por alcanzar su sueño.


Retrato compasivo y ácido de los seres humanos, aunque centrado en la Irlanda de los años 30, se puede extender a cualquier tiempo y sociedad. Pues todos los hombres y mujeres tenemos una doble cara, mostramos u ocultamos lo que nos interesa y, a veces, nadie es capaz de descubrir lo que yace en el fondo de nuestra personalidad. Y,cuando, esporádicamente, se rompen los diques, podemos sorprender a quienes nos rodean, que no esperaban ni intuían lo que realmente somos, la complejidad que todos y todas tenemos frente a los retratos monocolores que nos empeñamos en mostrar de nosotros.




viernes, 3 de enero de 2014

Nacionalismo, democracia y emancipación

Desde hace un tiempo estamos asistiendo al recrudecimiento del conflicto entre el nacionalismo español y el catalán, conflicto impulsado por el Presidente de la Generalitat catalana, Artur Mas, que parece haberse embarcado en una aventura secesionista sin un final claro, aun a costa de la caída en picado de su partido, CIU, y el ascenso de grupos políticos más marcadamente nacionalistas y populistas por tradición y discursos, como ERC y las CUP, y por el lado nacionalespañolista-y también marcadamente populista y demagógico para los conocedores de su intrahistoria- Ciutadans, continuador del viejo lerrouxismo con otro discurso, el de la regeneración democrática, .

Todo nacionalismo, le va la vida en ello, necesita agitar agravios y conflictos pasados, existentes o no, tremolar banderas al viento, usar la lengua y la cultura como armas, unir al pueblo en torno a mitos de un pasado glorioso, y vender un futuro de prosperidad y bienestar.

Y esto último conviene tenerlo muy presente, pues, en nuestra opinión, la crisis económica ha sido el disparadero que ha hecho aflorar el discurso nacionalista y que hace que, mucha gente, especialmente en Cataluña, crean que, en una hipotética independencia, van a lograr salir del atolladero, no sabemos muy bien de qué manera, pues realmente no parece más que el sueño de una noche de verano, una ilusión sin asideros, una especie de hipnosis generalizada. Y olvidando, claro, los recortes y la corrupción de los impulsores de la jugada que tanto entusiasmo les despierta.

Por el lado que llamaremos españolista, se da más de lo mismo, pero ampliado. Quienes más gala hacen de defender a España, a lo que ellos llaman Marca Española,el Partido Popular, constituyen poco más que una mafia organizada en partido político-no muy diferentes, cierto, de sus rivales, especialmente el PSOE y su brazo sindical, la UGT-, envuelta en un grave caso de financiación ilegal. Es decir quines más han hecho por destruir España, no son los nacionalistas periféricos, son los españolistas, que son quienes han gobernado el país llevándolo a la debacle.

Todo esto, lo que pone de manifiesto, es que las fuerzas que hacen gala de patriotismo, tanto en un lado como en otro, utilizan ese supuesto amor a la patria como arma con la que ocultar sus robos y desmanes, así como para manipular a la población para que esta siga creyendo en sus mentiras y engaños. Los nacionalismos, por tanto, son el ropaje que necesitan las clases dirigentes para mantener su dominio, haciendo creer que ellos representan al pueblo, y son solidarios con él.

Habitualmente escuchamos el discurso en defensa de la autodeterminación de los pueblos como una esencia de la democracia. Es decir, que, en el fondo, lo que se sigue pensando es que la democracia es escoger quienes te mandarán, en qué territorio y bajo qué bandera.

Pero la democracia, la autodeterminación, implica., sí, el que las comunidades se doten de sus normas, de sus instituciones, de sus formas de organización y vida económicas, educativas, sanitarias, culturales…Pero organizado de abajo a arriba, sin oligarquías ni castas dirigentes. Evidentemente la democracia se asienta en un territorio, no en el aire, o en el vacío. Pero ese asentamiento no tiene nada que ver con la doctrina nacionalista, es decir de convertir una lengua y unas supuestas tradiciones-que casi nunca son puras- en ideología .Una cosa es el respeto y la necesidad de la diversidad, y otra cosa es usar esa diversidad como arma arrojadiza, como fuente de separación y discordia entre las personas.

Sí creemos que para poder hacer factible la democracia, se necesita descentralizar el poder, incluso evitar las megalópolis, la acumulación de población en grandes urbes, que solo beneficia al poder al tener a la población más controlada y, por tanto, más manipulable y manejable.

Para esto se necesita ir de lo pequeño a lo grande, para hacer posible la participación reflexiva del mayor número de personas en la vida de la comunidad. Es decir partir del barrio o pueblo, al municipio, llegando hasta los niveles internacionales, a través del principio federativo.

La progresiva y siempre imperfecta e inconclusa emancipación de los hombres, mujeres y niños, parte de la federación solidaria e igualitaria de comunidades a escala humana, con todas sus actividades y grupos naturales, desde el trabajo-que debe ir tendiendo al cooperativo y autónomo frente al asalariado- a otros múltiples que favorezcan el contacto, o el conocimiento de los otros frente a la atomización de las dictaduras y las llamadas democracias representativas.

De esa manera tenderemos a reducir-que no a eliminar- los peligros de los nacionalismos, con su fragmentación y separación artificial de las gentes y, de paso, el peligro, más lejano, de momento, del Estado mundial, también destructor de las libertades democráticas.