En el Teatro Español se está representando una interesante
obra del autor irlandés Martin McDonagh
en la que se nos reflejan, fundamentalmente,
los claroscuros y complejidades de
los individuos y sus comunidades.
El protagonista es un adolescente tullido, apodado Billy el Cojo, huérfano y acogido por sus tías; su sueño es escapar de una isla de la
que se siente preso, sometido a burlas e incomprensiones por sus defectos de
nacimiento. Refugiado en la contemplación de las vacas y en la lectura de libros antiguos, un día se le presenta
la oportunidad de huir cuando se entera que a una isla cercana va a llegar un
equipo de Hollywood para rodar una película.
La obra, una tragicomedia dotada de un corrosivo humor negro
nos muestra una variedad de tipos humanos en las que todos, o casi todos,
podemos reconocernos, bien de manera directa o indirecta. Pero también, y lo
que la hace para nosotros más atractiva es que sus protagonistas acaban
mostrando caras ocultas, rostros desconocidos, desconcertando a los
espectadores.
Así destaca Johny, un tipo aficionado a husmear en las vidas
ajenas y a cotillear continuamente de todo y todos, sin importarle el daño que
pueda ocasionar, pero que esconde, pese a su aparente vacío, en los rincones ocultos de su pasado, una
actuación heroica por su altruismo y generosidad. O un marinero, aparentemente
comprensivo y sensible, a la vez que solitario, pero que, a veces, reacciona
con suma violencia. O dos hermanos, chico y chica, conocidos de Johny,
aparentemente agresiva y desvergonzada ella, y simplón él, aunque tampoco son
lo que aparentan.
Junto con sus tías, mujeres que le critican pero que a la
vez adoran al protagonista, destaca el retrato de Bylly el Cojo. Un chico
inteligente, observador y reflexivo, marginado y considerado con pena e infravalorado
por la comunidad por sus defectos, también capaz de lo mejor y lo peor por alcanzar su sueño.
Retrato compasivo y ácido de los seres humanos, aunque
centrado en la Irlanda de los años 30, se puede extender a cualquier tiempo y sociedad. Pues todos los hombres y mujeres tenemos una doble cara, mostramos u
ocultamos lo que nos interesa y, a veces, nadie es capaz de descubrir lo que
yace en el fondo de nuestra personalidad. Y,cuando, esporádicamente, se rompen
los diques, podemos sorprender a quienes nos rodean, que no esperaban ni
intuían lo que realmente somos, la complejidad que todos y todas tenemos frente
a los retratos monocolores que nos empeñamos en mostrar de nosotros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario