Hace unos días asistí a una Conferencia organizada por la Fundación Rafael del Pino, titulada
Economía y sociedad en un mundo líquido. Intervinieron el famoso ensayista
polaco Zygmun Bauman, autor del
concepto de modernidad líquida y el también ensayista y profesor-del que fui
alumno en la Facultad de Sociología en los años 90- Víctor Pérez Díaz.
Bauman ha desarrollado en libros y entrevistas la idea de
que vivimos en un mundo líquido, un mundo de la inestabilidad, de lo pasajero,
de lo temporal en todos los niveles, desde el amor y la amistad, hasta el mundo
económico.
En la Conferencia, sin embargo, su intervención se centro
inicialmente en una denuncia de la creciente desigualdad que se estaba
produciendo en las sociedades, si bien reconociendo el descenso de las tasas de
pobreza a nivel mundial. Expuso cómo un pequeño porcentaje de la población
acumula la mayoría de la riqueza mundial intentando dar respuesta a la
incógnita de la aceptación de la gran mayoría de la población de la situación
crítica actual. Para él, las respuestas, son esencialmente cuatro: primero la
pretensión de que cualquier problema social debe ser resuelto aumentando el PNB,
sin tener en cuenta que los recursos del planeta son escasos; en segundo lugar
la búsqueda de la felicidad en el consumo en vez de en el esfuerzo productivo,
lo que ha acabado afectando al amor y la amistad; en tercer lugar la creencia
en la desigualdad como algo
natural y en cuarto lugar el triunfo de la competitividad y la rivalidad con la
liberalización del mundo del trabajo, lo que arrastra consigo la desaparición
de la solidaridad entre empleados.
Para Bauman con la globalización poder y política se han
separado, el Estado-Nación pierde fuerza y ya no sirve para gestionar la
interdependencia, pues el poder se va haciendo extraterritorial, al ir las
empresas de un lugar a otro buscando el mayor beneficio. Con esto, por tanto,
desaparece la idea de responsabilidad social que según él todavía tenían
algunos empresarios como Henry Ford, que aumentó el sueldo de sus trabajadores
con la idea de que consumieran o compraran sus productos.
En su intervención final, incidió brevemente en la
importancia del mundo virtual actual, que absorbe cada vez más tiempo a los
ciudadanos, y, si bien no quiso decir si esto iba a ser negativo o positivo,
entre líneas defendió que en última instancia las relaciones cara a cara son
insustituibles.
En cuanto a Víctor Pérez Díaz, reconociendo la dificultad de
la situación en la que estamos, expresó algunas críticas hacia las oligarquías
políticas y económicas que nos están destruyendo, sostuvo la necesidad de una
sociedad civil fuerte, junto con un mercado y una regulación del mismo, así como la necesidad de un control mayor de la sociedad hacia los
dirigentes. En cuanto a la situación de Europa del Sur sostuvo que nuestros
problemas se deben a una suma de ineficiencia y mala gestión junto a un bajo
nivel educativo y cívico. Mencionó también la necesidad de una ética y un sentido de
los límites.
Si bien la charla fue amena, y es de admirar la lucidez de
un octogenario como Bauman, que uno desearía mantener hasta su muerte, tenemos
que reconocer la desilusión que supuso el no escuchar, sobre todo de labios de
Bauman ,ninguna propuesta alternativa.
Apuntó algunos de los problemas que aquejan a la
civilización y el desastre que está causando la cultura consumista y reconoció,
cosa que le honra, no tener una alternativa seria que aportar. No obstante en
su discurso, pareció no ver otra salida más que la reconstrucción de un pasado
idealizado, lo que es generalizable a toda o casi toda la izquierda y
radicalismo contemporáneo. Es decir, pareció hacer un llamamiento a la clase
patronal para que fuera más moral, para que mantuvieran la responsabilidad
social hacia sus asalariados. Pareció por tanto ensalzar un tiempo donde
habitaba un capitalismo humano, con trabajos más estables y con relaciones
sociales, vecinales y laborales fuertes y sólidas.
No obstante a nosotros nos parece muy discutible su tesis.
La esencia del capitalismo es la mercantilización y la atomización creciente de
la sociedad, poco a poco, paso a paso. ¿Cuáles fueron algunas de las medidas de
los liberales en España en el siglo XIX?. Liquidar lo que susbsistía de
democracia concejil y destruir la propiedad comunal. Vemos, por tanto, un
proyecto destructor de las relaciones vecinales y sociales horizontales desde
sus inicios. Incluso el llamado Estado de bienestar tampoco supone ninguna
reconstrucción de los lazos comunitarios, sino su sustitución por un bienestar,
o supuesto bienestar, organizado por un poder vertical, o sea el Estado, pero
no por los propios trabajadores y la comunidad.
Que la globalización haya reforzado o acelerado la tendencia
deshumanizadora del capitalismo-que es la misma en el socialismo marxista o de
estado, aunque con medios diferentes- no elimina ver lo que es el capitalismo y
a dónde conduce. Por tanto nos parece que no tiene mucho sentido proponer la
vuelta a un empresariado más social, haciendo un llamamiento a su
responsabilidad. Eso no es más que un brindis al sol.
En relación a Víctor Pérez Díaz, hombre de pensamiento
liberal, si bien de un liberalismo algo más cercano al de sus orígenes, más
social, frente al predominante en la actualidad, convertido poco más que en el
brazo intelectual de la patronal, su defensa de un control desde abajo del
poder, del mercado y de la regulación de la economía tampoco nos parce una
forma seria de enfrentarse a la situación.
¿Cómo se controla desde abajo el poder de las alturas?. No
lo dijo. En cuanto al mercado y la sociedad civil, ideas ensalzadas por
liberales y conservadores, no tuvo en cuenta, como no lo tienen sus entusiastas
defensores, que lo que ellos llaman mercado no es más que una competencia entre
empresas, estructuras de poder. Y que éste ni siquiera es libre, sino que suele
dar lugar a monopolios u oligopolios. En cuanto a la idea de sociedad civil
liberal , al englobar los grupos de poder, es decir la clase empresarial con
los sin poder, o sea la mayoría de la población, su visión de la sociedad civil
se acerca mucho a la de una o unas comunidades que compiten entre sí en busca
de su beneficio personal o grupal, en igualdad de condiciones, como si en la
llamada sociedad civil no hubiera una desigualdad, tanto de poder como social.
Por tanto la visión liberal o liberalconservadora de la sociedad civil es
puramente capitalista, pues está orientada a la competencia, al beneficio, no
siendo la cooperación más que algo secundario en una sociedad rota y dividida
por mil conflictos.
Por tanto, tanto Bauman como Víctor no escapan, para
nosotros, usando el concepto tan del gusto del primero, al pensamiento líquido.
Es decir, a quedarse en la superficie de las cosas, a no ir a la raíz de los
problemas, a pensar que todo pasa por algunas reformas en un sentido u otro, ya
sea desde una fantasmal democracia participativa-sin reflexionar sobre qué
condiciones la hacen posible-, como un reforzamiento de la sociedad civil,
mezclando dentro de ella churros con merinas, como listas abiertas o, los más
radicales, nacionalizar la banca, o sea pintar de rojo el dinero, los bancos,
como si eso cambiara su naturaleza.
Por nuestra parte seguimos esperando pensadores que unan
crítica con construcción. Que no se queden en el brillo de lo superficial, sino
que se atrevan a bucear, a buscar en la obscuridad, allí donde pueden
encontrarse algunas respuestas.
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