viernes, 28 de marzo de 2014

Reflexiones sobre el mal



Uno de los temas recurrentes de reflexión a lo largo de la historia es el mal, su naturaleza, sus causas, si es o no algo que forma parte de nuestra esencia y cómo combatirlo.

En nuestra opinión los seres humanos somos seres duales, somos imperfectos y, disponiendo de un grado de libertad, mayor o menor según opinión de cada cual, podemos dejarnos arrastrar por el mal, lo mismo que podemos esforzarnos por seguir la senda del bien.

Dicho esto y, por tanto, no estando dentro de las líneas de pensamiento que consideran al hombre bueno o malo, lo que nos resulta demasiado simple, nos gustaría reflexionar sobre qué causas pueden favorecer el mal, y cuáles reducirlo-nunca eliminarlo- y si la sociedad actual lo favorece o no.

Para nosotros el mal no es sólo dañar, acosar o humillar a otros, sino también la indiferencia hacia los demás y el usarlos como medios para lograr nuestros fines, dentro de una mentalidad egocéntrica donde reina el culto al Yo.

Varias son las causas según nuestra opinión de que el mal haya sido fuerte y, en ocasiones predominante sobre el bien a lo largo de la historia.

En primer lugar, el pensamiento de que somos los reyes de la creación, lo que implica pensar que tenemos pleno derecho no sólo a dominar, sino a destruir lo que consideramos inferior y no humano: es decir la Naturaleza, desde los bosques, a los animales, las aguas… Pero esta idea de dominación no sólo ha ido dirigida contra el entorno natural, sino que se ha dirigido contra los seres humanos. Aceptada con naturalidad la idea del Poder, de que unos gobiernen sobre otros, se abrieron las puertas del mal, iniciándose un proceso de división y fragmentación de las sociedades a lo largo del tiempo.

Unido a la voluntad de poder, viene el ansia de riqueza, de bienes materiales. Es decir el objetivo en la vida de un creciente número de personas es ser ricos y disfrutar de todo tipo de lujos y comodidades, aunque sea a costa de controlar los bienes comunes, o que debieran ser comunes, excluyendo a la mayoría de la población y, como en el caso del Poder, haciendo creer que las clases sociales son algo natural.

Esta progresiva rotura en las comunidades humanas con el tipo de valores que fueron haciéndose dominantes-si bien con excepciones y no de manera definitiva hasta no hace mucho- favorece el desarrollo del mal, pues alienta desde las guerras de conquista, políticas y económicas, a la lucha en el interior de las colectividades para ser más que otros , impulsándose un espíritu de competitividad muy dañino.

Si observamos la sociedad que nos ha tocado vivir, podemos darnos cuenta de que supone el triunfo prácticamente absoluto de los “valores” favorecedores del mal .Desde la búsqueda del éxito material o sea elevando al dinero a Dios único, a centrar todo en la vida en la economía, en las necesidades materiales, creando una mentalidad hedonista y puramente materialista; al triunfo del egocentrismo y la competencia frente a la solidaridad y el apoyo mutuo. En la persecución del beneficio individual y el lucro, a la vez que se fustiga hipócritamente a los políticos y banqueros por actuar como lo hacemos nosotros a un nivel más modesto aprovechándonos del prójimo todo lo posible en, por ejemplo,  el precio abusivo que se ponía a las viviendas.

Es esencial en la creación de esa sociedad del mal y la indiferencia, la destrucción de todo valor espiritual, considerado algo reaccionario o clerical. Sin embargo, fácil es ver que si tan destructivo es para los seres humanos el fundamentalismo religioso, también lo es el laicismo inespiritual, que fomenta los valores más bajos, más puramente fisiológicos, ahogando el desarrollo de una fuerte conciencia moral, que es lo que pudiera favorecer el nacimiento de una sociedad más apegada al  bien.

Por tanto el sistema capitalista en que vivimos es un semillero de maldad, al favorecer todo lo que va contra el bien.

La libertad, la responsabilidad, la cooperación, los bienes inmateriales, la empatía, la bondad…son los valores que nos acercan al bien, y los que deberían impulsarse, siendo conscientes que el mal nunca morirá.


El camino que seguimos es el contrario, pero siempre podemos tomar la otra senda, y hacer de nuestras vidas un esfuerzo individual al servicio del bien, con resbalones y caídas inevitables, pero siempre levantándonos lo antes posible sin desviarnos de la búsqueda de la vida virtuosa.

domingo, 23 de marzo de 2014

Hacia un bienestar autogestionado



Frente a los recortes y el empobrecimiento creciente la reacción generalizada es volver la vista atrás y defender el llamado Estado de bienestar y la vuelta a épocas de alto nivel de consumo.

Sin embargo nosotros consideramos que hay otras formas de lograr una vida digna para la población que no pasan por reconstruir la sociedad de consumo, despilfarro y endeudamiento ni por recibir algunas migajas por parte de la oligarquía capitalista reinante.

Aunque es más complicado, pensamos que tenemos que ir analizando cómo organizar un sistema de producción y distribución de la riqueza en manos de la misma sociedad, de los mismos trabajadores.

Y urge plantearlo con seriedad y cierta rapidez, pues el tiempo se nos echa encima y pese a los discursos engañosos del gobierno del PP vendiendo la moto de la recuperación, y el de la oposición socialista pidiendo el voto para salir del atolladero, es indudable, hoy por hoy, que en nuestro país no hay un tejido productivo sólido que pueda permitir pensar en una verdadera recuperación sólida y estable, sino, todo lo más, algún tiempo de leve mejoría para a la mínima volver a hundirnos ante una nueva crisis.

¿Cómo sería ese tipo de organización económica alternativa que permitiría lograr cierto bienestar, una vida digna para las comunidades?. En nuestra opinión sería un sistema que impulsara la propiedad comunal; frente al falso dilema entre propiedad privada o pública-estatal- nosotros defendemos la recuperación de los campos, fábricas, talleres y demás por la sociedad, por las comunidades humanas donde estén localizados los medios de producción, siendo cedidas en usufructo a los trabajadores que se encargan de la producción, organizados en cooperativas autogestionadas, con pleno respeto, por supuesto, al autónomo  y a la propiedad privada individual o familiar que no implique asalariados, que estarían en igualdad de condiciones, con los mismos derechos y deberes que el resto de trabajadores organizados en un sistema autogestionado de trabajo.

¿Y por qué creemos que este sistema es preferible para garantizar una condiciones dignas de existencia? Pues por el simple motivo de que no existiría una o unas estructuras jerárquicas que organizaran e impusieran a la sociedad cómo y qué producir, en qué condiciones, que se considera trabajo y qué no, quiénes son útiles y quiénes parásitos y por supuesto la distribución de la riqueza. Serían las mismas colectividades y los propios trabajadores quienes decidieran todos los asuntos referente al trabajo .Y esto permitiría una verdadera redistribución y reparto de la riqueza, e incluso del trabajo, así como, probablemente, cambiar el concepto de éste, algo fundamental en una situación donde el trabajo asalariado va escaseando cada vez más.

Muchas personas, de buena fe, piensan que la solución está en la mera redistribución de la  riqueza y sueñan, ingenuamente, en la existencia de unos gobernantes amantes de sus súbditos que se quitarían la comida de la boca para darla a los necesitados . Normalmente tales personas creen que las oligarquías de izquierdas son las que van a hacer todo eso.

Fácil es ver, sin embargo, que eso nunca ha sido así .La historia de todos los regímenes comunistas es la prueba de la futilidad de tal pensamiento. Todo Poder, toda oligarquía, busca defender sus privilegios, expandir su dominio, de ahí que quienes pretenden que la crisis las paguen sus responsables, se equivocan gravemente: ¿o acaso alguien cree que las clases dirigentes se va a autocastigar?.

Una sociedad autónoma, o autogobernada, con predominio de propiedad común, o democrática, sería más sólida, más cohesionada, habría lazos solidarios más fuertes, frente a la atomización de las sociedades jerárquicas capitalistas, socialistas o populistas donde la gente se divide mayoritariamente entre quienes defienden la privatización con el argumento de una supuesta mayor eficacia y quienes defienden lo llamado público con la falsa idea de que lo público es del pueblo. Y tanto privatizadores como estatalistas, todo lo confían en sistema de poder vertical, en recibir por parte de los poderosos algunas prestaciones.

Una economía autogestionada, basada en los bienes comunes, facilitaría el desarrollo de unas organizaciones de producción y distribución cooperativistas, horizontales, que no abandonarían a su suerte a sus miembros, salvo, por supuesto, a quien quisiera, pues el respeto a la libertad debe ser absoluto.

Lógicamente tal sociedad es difícil de lograr, pues requiere el esfuerzo continuo de sus participantes, de sus impulsores, frente a la tentación de dejar hacer a otros, que otras personas decidan, lo que nos permite replegarnos en nuestros asuntos privados .Si bien por supuesto, el coste de replegarnos en nuestro mundo privado es aceptar que, en situaciones como la actual, seamos lanzados poco a poco por el barranco, que es lo que está sucediendo, nada sorprendente, por tanto , para quienes quieran atreverse a pensar por su cuenta y riesgo.

Otro gran problema que tenemos para lograr abrir en las mentes de la gente resquicios a nuevas formas de ver y entender la vida es el peso que aún tiene el pensamiento izquierdista y sus organizaciones. Partidos viejos y nuevos como IU, Podemos, Frente Cívico de Anguita, el SAT del alcalde vitalicio Sánchez Gordillo y demás, representantes en mayor o menor medida del viejo totalitarismo comunista, del leninismo, castrismo o guevarismo autoritarios y caducos, son un tapón que, con sus ansias de constituirse en una nueva oligarquía roja, atraen a sectores descontentos con lemas demagógicos y tramposos como Poder Popular,  y demás consignas engañosas que pudimos escuchar  en manifestaciones como la del 22M.


Hay que afrontar muchos problemas, pero nos parece esencial desarrollar un nuevo concepto de bienestar, un bienestar autogestionario, que no es ni más ni menos que ir hacia una nueva civilización, sin dirigentes y dirigidos, pues al final, en esos partidos desiguales, siempre ganarán los dirigentes, sea cual sea el colorido con que se vistan.

sábado, 15 de marzo de 2014

Feminismo de estado y capitalismo total


 La lucha justa a lo largo de la historia de algunas mujeres para ocupar un lugar en la sociedad al mismo nivel que el hombre, con igualdad de derechos y deberes está dejando paso, a través de medidas como la Ley de Violencia de Género en nuestro país, al ascenso de un nuevo tipo de feminismo antiigualitario que, basándose en los casos reales de violencia doméstica contra las mujeres, invierte la carga de la prueba, criminalizando a los hombres de antemano como presuntos acosadores e impulsando, por tanto, un Estado policial o neofascista.

Sin embargo, lo más preocupante de esta ley, que se suma a otras aprobadas recientemente como la Ley mordaza, que contribuyen a reducir las libertades, es que, consciente o inconscientemente favorece el rápido desarrollo de lo que podemos llamar capitalismo total.

Por capitalismo total entendemos un sistema capitalista hiperdesarrollado en el cual los lazos sociales solidarios entre iguales son paso a paso aniquilados para crear un tipo de sociedad donde por un lado todo está mercantilizado y por otro lado, todo está jerarquizado.

Para alcanzar tal estado el sistema necesita ir desarrollando una normativa que favorezca la división en la sociedad siendo uno de los últimos pasos la ruptura o el enfrentamiento entre hombres y mujeres. Azuzando las denuncias, el recelo y la desconfianza entre unos y otros se quiebra y destruye la posibilidad de reacción y unión de la sociedad contra las clases dirigentes, lo que supone allanar el camino al triunfo absoluto del Estado y el capital frente al pueblo, convertido en una masa enfrentada, dinamitada por los odios y, a la vez muy fácilmente manipulable y dirigida hacia donde los mandamases estimen conveniente.

Por tanto la conversión del feminismo en feminismo de Estado, con el señuelo de que el Estado protege y libera a las mujeres supone un golpe terrible para los de abajo, pues supone la constitución de una fuerza creciente, que, por un lado, llegado el caso, hipotético, de lucha de oprimidos contra opresores , haría de neosomatem, colaborando con las fuerzas de la patronal y el Estado contra el pueblo y por otro favorece como ya hemos dicho el proyecto de capitalismo total, de salarización y dirigismo absoluto de las comunidades humanas, llegando a considerar sectores crecientes de la población tal situación como ideal, como liberación.

Fácil es ver por otra parte que, en realidad, no hay tal liberación de la mujer, pues la Ley de Violencia de Género lo que hace es infantilizarla y hacerlas creer que su salvación pasa por su defensa y unidad con las alturas, con quienes nos dominan y manipulan.

Lo más preocupante de todo esto es la facilidad con la que la sociedad abraza medidas represivas si éstas se hacen en nombre del progreso. Mientras las medidas de las derechas son toscamente represivas, y a nadie engañan, como la citada Ley Mordaza, las impulsadas por la izquierda-con el apoyo de la derecha- son mucho más difíciles de denunciar y rechazar, pues quien ose hacerlo debe enfrentarse a la Inquisición progresista y políticamente correcta, o sea se arriesga a ser tildado de facha, reaccionario, machista o cualquier epíteto tal al gusto de las masas bienpensantes.

También señalar, de paso, que estas leyes son un claro indicador de que la modernidad, presentada como el paraíso de la libertad y el humanismo frente al horror del mundo antiguo, va unida a un desarrollo creciente de la dominación y la destrucción de lo humano bajo formas nuevas y temibles, basadas en corroer lentamente la sociedad civil, la solidaridad entre sus miembros y sus relaciones autogestionadas y no mercantilizadas.

Y es que el capitalismo total no tiene que ver con privatizar o no la economía, discusión entre derechistas e izquierdistas que a nada nos lleva. Del capitalismo total no se sale apoyando la nacionalización de la banca o de tales y cuales empresas, como piensan muchos ingenuos, pues eso no es más que cambiar la opresión privada por la tecnoburocrática, y seguir siendo siervos. No, de la amenaza del capitalismo total sólo podemos salir abrazando formas de vida no mercantilizadas y no jerarquizadas.

Los cantos de sirena de las fuerzas de progreso están acercando nuestro navío a las rocas y cada vez está más cerca el día en que, tras el naufragio, acabemos convertidos en posthumanos, es decir en seres desprovistos de toda visión del mundo, de la vida, que no sea la que el  sistema quiera inocularnos.


La tierra de los esclavos que se sienten libres y felices, sin más sueños que gozar de lo que tengan a bien ofrecernos los Amos, está a un paso.

domingo, 9 de marzo de 2014

Contra aquellos que nos gobiernan

Escrito en 1900, Contra aquellos que nos gobiernan es, muy probablemente, el ensayo del escritor ruso Leon Tolstoi más combativo y en el que expone más claramente sus conceptos morales y políticos, su ideal de organización social.

Comienza haciendo una vívida descripción de las duras condiciones de trabajo de unos obreros contratados para unas obras en una vía férrea para posteriormente ir analizando críticamente no sólo el capitalismo,sino la pretensión socialista de que la socialización de los medios de producción o la reducción de la jornada laboral implicaría, por si solas, la liberación de la clase trabajadora.

 Referente a las disminución de las horas de trabajo observa, lúcidamente, que en muchos casos va unida a la caída en formas de ocio degradante como la visita a tabernas, por ejemplo.

En cuanto a la socialización de los medios de producción Lev Tolstoi sospecha que muchos trabajadores rechazarían la división del trabajo, no querrán realizar trabajos monótonos, duros y repetitivos en un sistema hipotético donde los medios de producción estuvieran socializados, por lo que acabarían forzados por la nueva clase dirigente a realizar las funciones que aquéllos determinasen. Incluso piensa que los trabajadores dueños de fábricas y talleres buscarían gozar de los lujos y comodidades de los ricos, por lo que en el fondo seguirían esclavizados.

De ahí que para él la alternativa seria no pasa por la vida en la ciudad ni  en el trabajo opresivo e insalubre en fábricas y talleres, sino que pasa por la vida y el trabajo al aire libre, en la naturaleza.

Para Tolstoi la esclavitud no desaparece, sino que adopta nuevas formas, se transforma con nuevas leyes y se va perfeccionando, desde sus formas antiguas, pasando por la servidumbre hasta llegar a su forma actual, la del trabajo asalariado, en la cual vendemos nuestra fuerza de trabajo a otras personas para sobrevivir, creyendo que eso no es ser esclavos.

El libro analiza y toca muchos temas, desde la creciente imitación por los trabajadores de los valores y estilos de vida de la clases ricas y  dirigentes, anhelando vivir como burgueses e intentando adquirir productos de lujo-forma de esclavizarse-, con todo el efecto destructivo que ha creado semejante mentalidad y que podemos observar en la actualidad, donde ser clase media es el sueño de todo hombre y mujer, -causa en cierta manera de la crisis de deuda que padecemos al intentar el sistema extender el confort y el lujo para todos-; hasta el análisis de las tres causas fundamentales para él de la esclavitud moderna, a saber: las leyes sobre la tierra, los impuestos y la propiedad.

Es en la última parte del libro donde se manifiesta el Tolstoi más revolucionario. Contra la mentalidad de los reformistas de su época-los mismos de la actualidad- que propugnaban cambios en las leyes, gravar con impuestos a los más ricos frente a los pobres, nacionalizar la economía... Tolstoi sostiene que lo que hay que destruir es la idea de que unos pocos hombres impongan leyes a otros. Es decir el famoso pensador ruso propone poner fin a la organización gubernamental y su violencia por una sociedad que se autogobierne a sí misma, cree sus normas de funcionamiento, su justicia, sus tribunales donde se evite la resolución violenta de los litigios...

Contra aquellos que nos gobiernan es un texto donde se nos aparece un Tolstoi muy cercano a un ideal de  anarquismo noviolento, defensor de la vida sencilla y rural frente a la búsqueda del lujo y el hedonismo esclavizador de la vida urbana. Propugna un trabajo libre, con sentido y unos seres humanos que busquen la dignidad en sus vidas.

Para nosotros Tolstoi es, sin duda, uno de los pensadores del que nos sentimos más cercano en sus propuestas, en su forma de ver la vida, en su ideal  social y filosófico. Entendemos, sin embargo, que para algunos, o muchos, no pase de ser un moralista con poco que aportar.

Quizá,sin embargo,  tras leer este libro, cambien de opinión, pues no hay duda de que el ruso intuyó alguno de los graves problemas que afectarían al hombre y a las sociedades contemporáneas que es, fundamentalmente, el de su falta de verdadera libertad, que ha sustituido por el sucedáneo de la búsqueda de placeres, de objetos materiales con los que llenar el vacío esclavo de  nuestras vidas.


domingo, 2 de marzo de 2014

Ucrania: segunda advertencia



Tras unos largos años en que Estados Unidos y sus aliados occidentales podían invadir países o alentar golpes de Estado o desmembramientos de naciones, como la antigua Yugoslavia, recientes acontecimientos están poniendo fin a esa política.

La primera advertencia fue Siria. Rusia, país aliado del dictador Sirio, enseñó los dientes a Occidente, que ya se preparaba para intervenir. En parte por la respuesta rusa, en parte por el enorme déficit que asola a los Estados Unidos, la ya casi esperada por todos intervención en Siria se frenó.

Ahora es Ucrania. Tras una revolución o golpe de Estado-cada cual lo interpreta a su manera- contra el gobierno prorruso en Kiev, la capital del país, azuzado por la UE y los norteamericanos, Rusia ha tenido una rápida reacción que ha sorprendido a Occidente y sus medios de comunicación. Putin ha movilizado a sus tropas y con el apoyo del Parlamento se prepara para invadir Ucrania, comenzando por Crimea, que, a estas horas, mientras escribo, está cayendo sin la menor resistencia.

Más allá de lo que suceda en un próximo futuro, siendo impredecible saber si a Rusia invade o no el país, y si el ejército ucraniano resiste-que es muy probable que no lo haga-, lo que implica lo acontecido en Siria y Ucrania es la caída y decadencia lenta del Imperio norteamericano y sus aliados de la Unión Europea.

Se están acabando los tiempos de total impunidad para hacer y deshacer por parte de Occidente. Y, en una repetición del clima y el ambiente de la Tercera Guerra Mundial, con conflictos  alejados de los países centrales, la Cuarta Guerra Mundial, que al principio parecía iba a ser nuevamente ganada por Occidente, parece tomar un sesgo menos favorable para los USA, si bien las espadas siguen en lo alto.

Como en otros conflictos, el pueblo, los pueblos, están siendo las víctimas de la manipulación de unos y otros, siendo movidos cual rebaño por la propaganda de ambos bandos, que quieren presentar a unos como los buenos, como las fuerzas del bien, y a los otros como los malvados de la película. Pero que nadie se lleve a engaño. Asistimos a una lucha por el predominio económico mundial entre viejas y nuevas potencias, ya sin máscaras ideológicas. Gane quien gane, nosotros perdemos, pues es evidente que Rusia y su sistema en nada es mejor que el de sus oponentes.

El problema, el error que ha cometido Occidente, es que ha sobrevalorado sus fuerzas, entrometiéndose en los asuntos de un país a las puertas de Rusia, en lo que ha sido un claro error de estrategia.

Rusia reacciona y la decadencia del bloque occidental parece acelerarse, pues ya no inspira un santo terror en sus rivales en la lucha internacional, en el movimiento de piezas en el tablero mundial.


Tras Siria, Ucrania es la segunda advertencia dirigida a Occidente de que ya nada será como antes.