Sin embargo, lo más preocupante de esta ley, que se suma a
otras aprobadas recientemente como la Ley mordaza, que contribuyen a reducir
las libertades, es que, consciente o inconscientemente favorece el rápido
desarrollo de lo que podemos llamar capitalismo total.
Por capitalismo total entendemos un sistema capitalista
hiperdesarrollado en el cual los lazos sociales solidarios entre iguales son
paso a paso aniquilados para crear un tipo de sociedad donde por un lado todo
está mercantilizado y por otro lado, todo está jerarquizado.
Para alcanzar tal estado el sistema necesita ir
desarrollando una normativa que favorezca la división en la sociedad siendo uno
de los últimos pasos la ruptura o el enfrentamiento entre hombres y mujeres. Azuzando
las denuncias, el recelo y la desconfianza entre unos y otros se quiebra y
destruye la posibilidad de reacción y unión de la sociedad contra las clases
dirigentes, lo que supone allanar el camino al triunfo absoluto del Estado y el
capital frente al pueblo, convertido en una masa enfrentada, dinamitada por los
odios y, a la vez muy fácilmente manipulable y dirigida hacia donde los
mandamases estimen conveniente.
Por tanto la conversión del feminismo en feminismo de
Estado, con el señuelo de que el Estado protege y libera a las mujeres supone
un golpe terrible para los de abajo, pues supone la constitución de una fuerza
creciente, que, por un lado, llegado el caso, hipotético, de lucha de oprimidos
contra opresores , haría de neosomatem, colaborando con las fuerzas de la
patronal y el Estado contra el pueblo y por otro favorece como ya hemos dicho
el proyecto de capitalismo total, de salarización y dirigismo absoluto de las
comunidades humanas, llegando a considerar sectores crecientes de la población
tal situación como ideal, como liberación.
Fácil es ver por otra parte que, en realidad, no hay tal
liberación de la mujer, pues la Ley de Violencia de Género lo que hace es
infantilizarla y hacerlas creer que su salvación pasa por su defensa y unidad
con las alturas, con quienes nos dominan y manipulan.
Lo más preocupante de todo esto es la facilidad con la que
la sociedad abraza medidas represivas si éstas se hacen en nombre del progreso.
Mientras las medidas de las derechas son toscamente represivas, y a nadie
engañan, como la citada Ley Mordaza, las impulsadas por la izquierda-con el
apoyo de la derecha- son mucho más difíciles de denunciar y rechazar, pues
quien ose hacerlo debe enfrentarse a la Inquisición progresista y políticamente
correcta, o sea se arriesga a ser tildado de facha, reaccionario, machista o
cualquier epíteto tal al gusto de las masas bienpensantes.
También señalar, de paso, que estas leyes son un claro
indicador de que la modernidad, presentada como el paraíso de la libertad y el
humanismo frente al horror del mundo antiguo, va unida a un desarrollo
creciente de la dominación y la destrucción de lo humano bajo formas nuevas y
temibles, basadas en corroer lentamente la sociedad civil, la solidaridad entre
sus miembros y sus relaciones autogestionadas y no mercantilizadas.
Y es que el capitalismo total no tiene que ver con
privatizar o no la economía, discusión entre derechistas e izquierdistas que a
nada nos lleva. Del capitalismo total no se sale apoyando la nacionalización de
la banca o de tales y cuales empresas, como piensan muchos ingenuos, pues eso
no es más que cambiar la opresión privada por la tecnoburocrática, y seguir
siendo siervos. No, de la amenaza del capitalismo total sólo podemos salir
abrazando formas de vida no mercantilizadas y no jerarquizadas.
Los cantos de sirena de las fuerzas de progreso están
acercando nuestro navío a las rocas y cada vez está más cerca el día en que,
tras el naufragio, acabemos convertidos en posthumanos, es decir en seres
desprovistos de toda visión del mundo, de la vida, que no sea la que el sistema quiera inocularnos.
La tierra de los esclavos que se sienten libres y felices,
sin más sueños que gozar de lo que tengan a bien ofrecernos los Amos, está a un
paso.
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