Desaparecida hace mucho tiempo la mentalidad de clase obrera
y su espíritu solidario y cooperativo, así como toda su cultura específica, que
iba desde los ateneos a las escuelas libres, mutualidades, grupos teatrales,
grupos naturistas y todo un cosmos de vida y valores en cierto sentido
paralelos al mundo burgués y capitalista debemos meditar sobre la situación de
la antaño triunfante clase media, o, en muchos casos supuesta clase media, ese
sector de engreídos e hipnotizados, que miran por encima del hombro a los
trabajadores manuales, en el que casi todo el mundo se sitúa o sueña con estar,
sector que ha absorbido los subvalores del capitalismo, junto con los restos de
la vieja clase obrera.
Pues bien, la crisis económica, la ha situado ante una
encrucijada inesperada, y es que el espejo deformado en el que se contemplaban,
ese espejo que les hacía parecer más
listos, guapos, altos y fuertes de lo que eran, se ha roto en mil pedazos. Su
paraíso de crecimiento y progreso material perpetuo, de goces materiales aunque
fuera a costa de esquilmar a medio mundo, su pretensión de tutear y pensar que
los capitostes del Estado y el capital eran sus aliados y que nunca les
traicionarían, que siempre les necesitarían, su materialismo chusco, ya sea en
su sector laicista y anticlerical ya en el clerical o seguidor de un
cristianismo degradado y sin aristas ,su idea de que no son necesarios los
ideales emancipadores, considerados una pérdida de tiempo, algo de ingenuos o
del pasado, pues lo importante era disfrutar la vida, se está evaporando.
Ante la situación actual, a riesgo de simplificar, podemos
distinguir dos facciones en el seno de lo que llamaremos clase media: la de
quienes apoyan la reconstrucción del capitalismo o la aceptan con resignación,
lo que no deja de ser lo mismo, creyendo que todo pasará y que su clase, la
clase media, volverá al nivel de vida anterior, a seguir disfrutando de un alto
nivel de consumo, volviendo a abrazar a las clases dirigentes. Estos sectores,
que políticamente irían de la socialdemocracia a la derecha, pasando por
centristas, liberales, transversales, apolíticos y demás olvida que la mengua
en las clases medias y su nivel de vida, si nos situamos en España, viene de
lejos. La disminución de salarios y la precarización laboral no es de ahora
.Ahora, simplemente, se está reforzando todo eso, provocando una contracción en
el número de la llamada clase media, aunque la inercia siga haciendo que la gran
mayoría de la población se etiquete como tal. Por otra parte, en su ingenuidad
esta facción no tiene en cuenta que la casta dirigente, para reconstruirse, no
le importa reducir todo lo posible el antaño potente sector de clase media y
reducirlo a un esqueleto, pues, por mucho que se nieguen a verlo, para el
capitalismo somos trapos de usar y tirar, y no están obligados a casarse con
nadie. De hecho, lo que viene, parece ser una cada vez más adelgazada clase media con un paro alto y una creciente clase baja, con empleos esporádicos, a tiempo parcial...Por tanto este sector no debería olvidar en su apoyo suicida que, en realidad, está condenando a sus hijos y seres queridos a una realidad sombría.
El otro sector lo definiríamos como la burguesía partidaria
del capitalismo de Estado. Aquella partidaria de volver al año 2006 pero con un
Estado fuerte, en el sentido de que impulse el llamado sector público,
nacionalice la banca y sectores económicos, incremente las prestaciones
estatales, unido a una defensa, en general de la llegada de una Tercera
República y de un cambio constitucional o nuevo proyecto constituyente, como
gustan de decir, creyendo que eso es la solución de los males. Digamos que es
el ala izquierdista de las clases medias ,que, aunque a veces usan un discurso
obrerista, e incluso de lucha de clases, en realidad tienen también valores
plenamente burgueses, y su obrerismo es el heredero del tinglado engañoso de
Marx y sus continuadores: ellos, sus partidos y sus intelectuales son los
encargados de liberar a los trabajadores, pobres incultos que no pueden
emanciparse por sí mismos . Es decir su discurso de lucha de clases, no es más
que el motor para lograr el ascenso de una nueva casta dirigente.
En realidad, el ala izquierdista de la burguesía, pese a su
aparente radicalismo, lucha contra las consecuencias de la crisis, pero no ven
sus causas. Pretenden, en su quimera ,que puede lograrse un Estado popular, que
ame y sirva al pueblo, lo que la historia repetidas veces ha mostrado como falso
.Son, en realidad, mesiánicos anticlericales, ansiosos de encontrar un líder
libertador. Caído el Muro, sus modelos están en Chávez y otros demagogos por el
estilo.
Ambas facciones, sin embargo, y aunque a veces puedan contemplarse
como enemigas comparten la misma mentalidad de fondo: la obsesión bienestarista
y materialista de la existencia. Y esto es lo que muestra el rotundo éxito del
sistema, la inoculación de sus infravalores: en frente tienen una masa, carente de un ideal elevado,
que sólo ansía vivir bien.
Esto es algo tristemente lógico: años de “cultura” basada en
la persecución del éxito personal, de encumbrarse frente a otros, de tener como
meta el ascenso laboral, en una palabra, de ser clase media, contribuyen a
imposibilitar el nacimiento de un pensamiento emancipador, de ahí que no
observemos apenas ningún proyecto de cambio real, pues la mentalidad de clase
media a lo más que llega es a la queja y a pedir algunos cambios a los viejos o
nuevos jerarcas, pues rechazan o les aterra la idea de autooorganizarse y
construir un nuevo mundo desde la bases, pues eso implica esfuerzo individual y
colectivo y riesgo, lo que va contra su espíritu mitad pasivo mitad pedigüeño,
individualista y jerárquico, bienestarista y hedonista, de derechos sin deberes.
De ahí que incluso entre algunos que intentan no quedarse en
las consecuencias de la crisis sino ir más al fondo de los problemas, como los
decrecentistas, al final no sean tampoco capaces de propugnar una alternativa
seria que vaya más allá de vaguedades antidesarrollistas, y, por tanto, en
realidad, su pensamiento no pase de ser una pose intelectual, una moda
destinada a desaparecer.
Por tanto el primer paso para poder organizar una
resistencia seria es destruir en uno mismo la mentalidad burguesa, los “valores”
de la clase media que son los del sistema en sus diversos coloridos. Y retomar
los valores positivos de autoconstrucción individual y colectiva de los
primeros tiempos de la clase obrera, antes de que fueran enterrados primero con
el triunfo de las cosmovisiones dirigistas y elitistas de socialdemócratas y
comunistas-¿qué necesidad hay de construir una cultura propia si la meta es que
un partido y sus dirigentes nos gobiernen y salven?- y luego con la plena
aceptación del inhumano ideario capitalista, pero también los de la cultura
clásica, aquéllos hoy enterrado y que nos animaban a defender la virtud, la
moral, la aceptación del dolor y de los fracasos y golpes de la vida.
La era de la clase media es la era del vacío, de la
destrucción del arte bello y con sentido, sustituido por el marketing y la publicidad,
por la escultura, pintura y arquitectura sin alma, sin belleza; la era del triunfo de la fealdad y la
tecnolatría sin humanismo, la era de lo efímero, del usar y tirar, de lo
superficial y banal. La nueva era debe implicar el triunfo de lo opuesto a esta
civilización burguesa que pasará a la historia como la del triunfo de la Nada.
Sabemos que, hoy por hoy, no hay ningún colectivo social que
represente los valores emancipadores, y que probablemente nunca exista .Será obra
de individuos aislados que comiencen a unirse, comprendiendo la necesidad de
pasar del aislamiento a la asociación, de la reflexión a la lucha colectiva. Llegó
la hora de pasar de pedir a construir.
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