lunes, 23 de junio de 2014

Reflexiones sobre las causas de la libertad y de la opresión social


Escrito en 1934 y considerado por su autora, Simone Weil, su obra principal, Reflexiones sobre las causas de la libertad y de la opresión social  es, en nuestra opinión, uno de los ensayos políticos más agudos, complejos y profundos de cuantos se han escrito.

Era Simone una mujer peculiar, que combinaba honestidad y lucidez, reflexiva y a la vez activa, que no rehuyó el compromiso sin perder su independencia ni sumarse a la moda de los tiempos, que era la defensa por parte de las izquierdas y muchos de sus intelectuales del régimen comunista implantado en Rusia. Era, además, una persona coherente, que no se contentó con escribir sobre el movimiento obrero sino que trabajó como proletaria durante un año en diversas fábricas, lo que le hizo comprender el carácter radicalmente opresivo del trabajo fabril, frente a las imágenes que suponían que de ahí iba a venir la liberación de la humanidad. Se enroló como voluntaria en el Grupo Internacional de la Columna Durruti-compuesto por anarquistas y anarcosindicalistas extranjeros y algunos españoles-, en la guerra civil española, abandonándolo por un accidente al poco tiempo. Su espíritu crítico le hizo denunciar las tropelías y asesinatos llevados a cabo en el bando que apoyó, lo cual le honra.

En sus últimos años se acercó al cristianismo, al misticismo y a una visión más espiritual de la vida, sin renegar nunca de su pensamiento y actividades anteriores.

Reflexiones es un texto corto pero denso, donde el pensamiento de la autora alcanza cotas muy elevadas en sus análisis sobre las causas últimas de la opresión, que la alejan de los tópicos al uso. Así, frente a las visiones , sobre todo de Marx pero muy comunes en el socialismo y el pensamiento utópicos del siglo XIX y XX del progreso ilimitado y del desarrollo de las fuerzas productivas que liberadas del sistema capitalista, facilitarían la liberación de los trabajadores.

Para Simone los que se han emancipado son las fuerzas productivas, no los trabajadores, desarrollándose un conflicto o disputa por el control de las fuerzas productivas y un desarrollo tecnológica que no va aparejado a un incremento de la libertad, ni siquiera del bienestar, sino a una mayor opresión. También es crítica con la idea del progreso ilimitado pues, adelantándose a visiones posteriores sostiene que ese progreso tecnológico y económico indefinido dependería de encontrar nuevas fuentes de energía, pues los recursos no son ilimitados, cada vez será más difícil y costoso encontrarlos, aumentando la espiral del gasto y despilfarro.

La opresión en el mundo contemporáneo está unida a la necesidad de producir más y a la lucha por el poder, lucha sin fin en la que los poderes quieren extender al máximo sus medios de control, sus recursos, sus conquistas, en los que estaría englobada la producción industrial hasta el choque con los límites naturales y la consiguiente contracción y derrumbe.

Esto explicaría que frente al capitalismo de los primeros tiempos, basado en la construcción, en hacer crecer una empresa más rápido que los rivales con los propios recursos, en el ahorro, se ha pasado a intentar hacerse con la mayor parte posible del capital diseminado en la sociedad y de hacerse con el mayor dinero posible vendiendo productos, usando la publicidad y la especulación .Con el crédito, el ahorro es sustituido por los gastos más demenciales; el objetivo final ya no es tanto hacer prosperar un negocio sino controlar el sector más amplio posible de la actividad económica. En una palabra el capitalismo pasa de la construcción, a la destrucción.

Podemos decir que hemos construido una civilización donde todo escapa de nuestras manos, donde los individuos son juguetes de la llamada colectividad y, en última instancia, hemos sido dominados por nuestros objetos, por nuestras creaciones.

Para Simone Weil es necesario, sin embargo, desarrollar una idea de sociedad libre, como límite ideal, aun siendo consciente de que nunca se alcanzará plenamente. Para ella tal sociedad no sería una colectividad de ociosos, con sus necesidades satisfechas, pues en un hipotético sistema de ese tipo los seres humanos serían esclavos de sus pasiones, de sus mentes. No, para ella una sociedad libre sería una sociedad en la que habría que tropezar y vencer obstáculos, y todo a través del pensamiento y el trabajo físico. En pocas palabras un hombre plenamente libre  sería aquel cuyas acciones procedieran en su totalidad de un juicio previo acerca del fin que se propone y de la sucesión de los medios capaces de conducirle a dicho fin.
Aquella sociedad en la que el individuo estuviera en condiciones de comprender lo que hace, es decir donde no existieran monopolios en el ámbito de la ciencia y la tecnología, el armamento, el dinero… sería la más cercana a una idea de vida libre, en la cual el pensamiento individual estuviera vigente el mayor tiempo posible en las diferentes actividades. Por tanto el objetivo no sería acumular conocimiento, sino hacerlo comprensible. En tal sistema el trabajo manual sería considerado superior, pues permite modificar la materia con el propio esfuerzo y pensamiento; la cooperación superaría la competitividad y la guerra de unos contra otros y cada uno vería en los otros un igual, no un rival,. La función de coordinación no implicaría poder, pues habría un control continuo ejercido por cada cual. La coacción exterior sería sustituida por una imposición interior, un deseo de ganar el aprecio de los compañeros y sobre todo de superarse a sí mismo.

Esto, ya decimos, lo propone como ideal de sociedad libre, pero considera necesario estudiar profundamente todos los aspectos de nuestra civilización para encontrar la manera de crear comunidades a escala humana, donde la colectividad esté subordinada al individuo, no en el sentido individualista y egoísta, sino en el sentido que acabamos de explicar, aquel donde las cosas sean comprensibles al pensamiento individual.

Por nuestra parte tenemos que mostrar nuestro total acuerdo con la autora. Su visión del futuro es que el sistema intentará subsistir hasta el límite de sus posibilidades, lo que podemos ver en la situación presente, situación en la que el sueño del progreso infinito está desapareciendo, incluso en muchos de los llamados países emergentes, lo que implica una amenaza a corto plazo de nueva crisis económica mundial.


En nuestras manos está retomar el pensamiento de Simone Weil y atreverse a pensar y estudiar las posibilidades de una vida diferente, antes de que las bombas de una nueva guerra mundial o los cascotes de un derrumbe económico caigan sobre nuestras cabezas.


jueves, 19 de junio de 2014

Hacia una sociedad autónoma



En nuestras sociedades vivimos dentro de lo que se llama democracia representativa, es decir un sistema en el cual el pueblo elige en unas elecciones a una serie de personas, vinculadas a diferentes partidos políticos, como representantes de la ciudadanía durante cuatro o cinco años.

Este es el concepto dominante de democracia, que une la democracia a los partidos políticos y a un gobierno de arriba abajo, pero hay otro, más acorde con el sentido etimológico de la palabra democracia, o sea gobierno del pueblo. Según este concepto la verdadera democracia sería el autogobierno popular, o sea un sistema deliberativo donde se reflexiona y decide colectivamente sobre lo que se va a hacer: las leyes son debatidas y aprobadas por los ciudadanos mismos.Si bien, por supuesto, la sociedad más óptima en su autonomía sería aquella donde las leyes fueran las mínimas imprescindibles, es decir a más moral menos leyes.

Esta forma de democracia directa y deliberativa, supone apostar por una sociedad autónoma, por usar un concepto de Castoriadis, frente a la sociedad dirigida o heterónoma.

En una sociedad democrática o autónoma, los conceptos de gobierno, autoridad y representación difieren del de la democracia representativa. Inspirándonos en el ejemplo de la antigua Atenas y en otros posteriores, como la Revolución Húngara de 1956, último momento en que en Europa se expandió la alternativa a la llamada democracia de partidos, o sea el sistema democrático de Consejos el poder, o la autoridad, está en la Asamblea General, Consejos o Concejos, que son los que toma las decisiones y por tanto son autónomos, no dirigidos por un Partido o Caudillo, lo cual no sería más que un falseamiento. una ficción que encubriría en realidad unos Organismos usados como fuerza de choque de los dirigentes, caso del chavismo o el llamado bolivarianismo o socialismo siglo XXI, por ejemplo, o los Soviets tras su destrucción por los bolcheviques, donde quedaron como elementos decorativos .

Teniendo en cuenta la extensión y complejidad de nuestras comunidades, frente a otras más pequeñas y sencillas, una República Democrática de Consejos tendría que partir del núcleo de convivencia social más pequeño, el vecinal o barrial y a través del principio federativo elegir representantes, temporales, revocables y rotativos a niveles más complejos, distrito, municipio, comunidad hasta llegar a nivel nacional y constituir un Consejo o Asamblea Nacional, y, llegado el caso poder alcanzar una federación internacional.

Allí donde la gente conviva o se encuentre de forma habitual, pueden formarse Consejos-estudiantes y profesores en escuelas, centros de formación profesional y universidades, artistas, funcionarios…- lo que facilitaría la reconstrucción social y alejarse de la atomización dominante hoy por hoy al fomentar el diálogo, el encuentro, la reflexión y la virtud cívica . Así, por ejemplo, si la sociedad considera que se debe ir a la creación de un nuevo sistema educativo, el Consejo Educativo podría proponer un bosquejo, unas ideas, que luego en diálogo con la sociedad ésta podría aprobar, rechazar, o modificar, o ampliar tras un proceso deliberativo y un refrendo.

 Incluso sería necesaria la existencia de unos Consejos u Órganos de Control, como mecanismos de supervisión del resto de Consejos, para que no se desviaran de los acuerdos tomados por las Asambleas  y pudieran convertirse en un poder separado de la sociedad. No olvidemos que todo poder requiere de la existencia de vigilancia, de controles y contrapesos, y por tanto pensar seriamente en este tema sería fundamental para el buen desarrollo de una sociedad autogobernada.

Junto a la democracia política, para poder desarrollarse un sociedad autónoma se requeriría también el autogobierno de los colectivos económicos, es decir la autogestión y/ o formas de economía democrática y solidaria que la comunidad aprobase. Tales colectivos laborales también podrían coordinarse desde el nivel más local al más general. También es fundamental  una paideia o educación que favorezca la creación de individuos autónomos y la existencia de medios de comunicación libres y democráticos, sin monopolios, oligopolios o favoritismos, que favorezcan el debate y la reflexión sin focos de emisión privilegiados. Incluso los conceptos de justicia y seguridad deberían ir cambiando, procurando una solución negociada de los conflictos, y una seguridad autoorganizada por la propia comunidad.

Sería muy importante impulsar una ciencia libre, no servil al poder, que acercara sus conocimientos a la sociedad todo lo posible, que buscara una tecnología favorecedora de la libertad y lo menos contaminante posible, que se esfuerce por encontrar fuentes de energía alternativas al petróleo y otros combustibles fósiles que poco a poco van agotándose ,con el grave problema que eso está trayendo.

La autoridad, en una sociedad autónoma, supone poner en práctica los acuerdos tomados por las Asambleas, llevados a cabo por personas de mérito y valía personal, que destaquen por su honestidad y moralidad, por tanto sin que tal autoridad implique privilegios ni dominación.


El camino hacia un concepto diferente de democracia será largo, probablemente fracase y nunca se ponga en marcha algo similar. No obstante convendría tener en mente un bosquejo de autogobierno democrático. Si vamos a ser derrotados y aplastados, casi con total seguridad, al menos que lo seamos con una ilusión, con otra idea de organización social en mente; lo que cuanto menos daría un sentido a nuestra existencia, diferente al sinsentido, a la muerte en vida que la maquinaria trituradora de mentes e ilusiones contrarias al Progreso infinito y deshumanizador tiene a bien ofrecernos.


martes, 3 de junio de 2014

¿Reino de Jauja o sociedad alternativa?


Entre las diversas propuestas de sectores críticos que solemos escuchar cada cierto tiempo, sobre todo el Primero de Mayo, destaca la del reparto del trabajo y la riqueza.

Por otro lado hoy, escuchando la radio, una serie de tertulianos planteaban la necesidad de trabajar menos horas y dedicar más tiempo al ocio o a las actividades que satisfagan más a uno individualmente y le llenen como persona .Esto, en principio, nos resultaría positivo, pero el problema es que estas personas bienintencionadas, en especial uno de ellos, hablaba de que trabajando cinco o seis horas al día, con sueldos de unos 1100 euros, nos  daría para vivir dignamente y poner disponer de mayor tiempo libre. Lógicamente debían tratarse de gente que vive en otra sociedad, pues 1000 euros o poco más es el sueldo normal en jornadas de 8 horas o incluso más de trabajo. Y, lógicamente, reduciendo la jornada de trabajo a la mitad, por ejemplo, los sueldos se reducirían a la mitad, lo cual sería aceptable si los precios bajaran al mismo nivel, lo que no sucede y difícilmente sucederá. Con lo cual el argumento caería por su propio peso. Pertenece, en este sistema, al Reino de la Quimera.

Y es que una de nuestras mayores preocupaciones, que hemos expresado en este blog en distintas ocasiones, es la desaparición, en un momento en que hace más falta que el beber, de un pensamiento de sociedad alternativa pero que sea sostenible.

En vez de eso lo que nos ofrece el panorama actual son propuestas, a veces más bien consignas de diferentes sectores izquierdistas viejos o nuevos, que no pasan de ser deseos de vivir en un capitalismo reformado.

Si tomamos el lema del reparto del trabajo y la riqueza, frecuente en lo que queda del viejo movimiento obrero, incluso en los escasísimos sectores revolucionarios, o sea anarcosindicalistas, vemos que, al menos en la forma en que lo plantean, es insostenible.

En primer lugar el trabajo hay que crearlo, salvo que se vaya a una idea de transformarlo de sentido y acabar con el asalariado. Pero, por desgracia, ese no es el caso, la mentalidad dominante suele ser, todavía a fecha de hoy, soñar con la vuelta al pleno empleo o a altos niveles de contratación. Por tanto, hablar de reparto de trabajo sería hablar de reparto de despojos, o sea del reparto de la miseria. Cuando uno lee las propuestas sindicalistas en ese sentido, el sueño parece ser pretender que donde esté trabajando un trabajador, pasen a trabajar más, reduciendo sus horarios, claro. Eso sí, ni siquiera se propugna rebajar salarios, sino cobrar lo mismo. ¿Es eso sostenible en un sistema económico o empresarial de propiedad privada  donde sin beneficios quiebran las empresas? .¿De dónde saldría toda esa masa monetaria?.

Tales propuestas nos parecen una evasión de la realidad, un darse la vuelta a la situación actual y seguir creyendo en la salida aparentemente fácil , aunque a nada conduzca.

Si analizamos experiencias históricas observamos que el reparto de trabajo y por lo tanto de riqueza era factible en sociedades con propiedad comunal, o sea con bienes comunes. Es decir allí donde las comunidades eran dueñas de lo que posteriormente se ha conocido con el nombre de medios de producción, que en su caso eran los recursos naturales, como bosques, cultivos etc e incluso molinos, herrerías y demás. Es decir hablamos de sociedades que gestionaban la economía de forma democrática. Esto implicaba, por tanto, la posibilidad incluso de determinar los días al año que una persona iba a trabajar, cultivando o sacando el ganado, por ejemplo, es decir rotarse con otros. Lo que explica el alto número de días de vacaciones de que se gozaba en tal sistema, como el Concejo Abierto.

Pero en un sistema capitalista, privado o estatal, en donde los trabajadores son piezas de recambio y no controlan y gestionan prácticamente nada- pese a sus ínfulas de ser seres libres y de mirar el pasado con desprecio, sobre todo el medieval, presentado como el horror, aunque el trabajador y el ciudadano del Concejo Abierto, la Ciudad Libre Medieval o de los gremios tuviera una vida mucho más libre que el pobre siervo contemporáneo- con una economía monstruosa que necesita de la obtención del beneficio para mantenerse, por no hablar del sinsentido de la economía irreal o financiera, las propuestas obreras y asalariadas suponen la creencia en un Reino de Jauja capitalista, conseguido sin apenas esfuerzo y, si no se logra es sólo por la maldad de quienes nos dirigen, siendo la solución el ascenso de buenos patronos, como sostenía en su charla, por ejemplo, un famoso intelectual como Bauman.

Tal pretensión de lograr un Reino de Jauja dentro del sistema económico capitalista, se ha extendido al ámbito político. Las propuestas de la izquierda, incluidas las de la llamada izquierda radical o extrema izquierda, y que tanto temor está causando a la vieja oligarquía por su sorpresiva interrupción o crecimiento, no son más que socialdemocracia radicalizada y populista. Pretenden, también, el Reino de Jauja: Renta básica, Estado de bienestar fuerte, gratuidad de los servicios…Es decir, pidamos el oro y el moro, que lo de menos es decir de dónde se sacará tal dinero en un país en quiebra como el nuestro. Lo sincero sería reconocer que habría que elegir: o Renta Básica o Estado de bienestar-entre quienes legítimamente rechacen una salida al sistema-, y debatir con seriedad qué sería mejor. Pero eso no vendería y, al no ser lo que la gente quiere oír, el número de votos sería mucho menor.

Ante tal estado de cosas, ante el éxito del discurso fácil, de la pseudosalida a la crisis, la necesidad de pensar algo diferente no puede abrirse apenas paso. Pero es imprescindible que poco a poco vayan surgiendo núcleos de gente que abran nuevas formas de pensamiento, que se planteen seriamente salir del sistema, pero de forma inteligente, sin vender motos bellas por fuera y estropeadas por dentro. El pasado altomedieval es fuente de inspiración, pero no hay que olvidar que era una sociedad rural, y por tanto en el mundo del hoy, el esfuerzo por pensar una sociedad democrática o autónoma a todos los niveles, y por tanto realmente anticapitalista- el anticapitalismo de IU y otros es una ficción, no es más que capitalismo de Estado unido al deseo de retomar la sociedad de consumo, despilfarro y endeudamiento sin consecuencias, sueño mortal a medio y largo plazo- requiere de un replanteamiento, de una actualización.

Frente al Reino de Jauja, sociedad alternativa seria; frente al endeudamiento, frugalidad; frente al pueblo rebaño, ansioso de mesías, el individuo y la sociedad autónomas; frente a la propiedad capitalista o estatal, propiedad comunal; frente a la monetarización de la vida, impulso de la economía solidaria y del don; frente a la jerarquización, lazos solidarios horizontales; frente al materialismo, laicidad espiritual; frente al Tener, el Ser.


Al menos, seamos capaces de ir desarrollando un mundo nuevo en nuestras mentes para, poco a poco, ir aplicando lo que se pueda, pero sin engañar a nadie, sin prometer lo que sabemos que no es posible. El pueblo ha sido engañado muchas veces, aprendamos de los errores y evitemos los caminos estériles, aunque sean aquellos por los que camina la mayoría de la gente. Que no nos importe, tampoco, estar en minoría y no ser escuchados por casi nadie. Lo engañoso, tarde o temprano, cae por su propio peso.