domingo, 19 de octubre de 2014

Ensayos sobre la libertad en un planeta frágil

Ediciones Salmón nos presenta un interesante libro de José Ardillo: Ensayos sobre la libertad en un planeta frágil. 

En dicho texto, el tema central es reflexionar sobre cómo construir una sociedad libre en un planeta finito, donde  como cada vez venimos observando con más cercanía, los recursos no son infinitos. Para eso el autor utiliza las ideas libertarias, o cercanas de pensadores como Kropotkin, Thoreau, Landauer, Reclus, Mumfurd, Huxley, Morris, Illich, Ellul… En los citados y otros pensadores que aparecen en el texto como Murray Bookchin o Tolstoi, por ejemplo, detectamos un interés y amor por la Naturaleza, y una seria de reflexiones sobre la tecnología y el progreso que José Ardillo cree importante rescatar y analizar, pero desde un punto de vista crítico. 

Señala lo que para él son son sus aciertos, pero también sus errores, como el entusiasmo hacia la tecnología de varios de ellos y la idea de Progreso, si bien nunca alcanzó los niveles del marxismo, esa teología que creía en el progreso como algo lineal e indefinido, que conduciría, sin prácticamente intervención de los sujetos, al paraíso terrenal, al comunismo.

También destaca la defensa o simpatía de algunos de estos escritores hacia experiencias pasadas, como la ciudad libre medieval, las guildas, gremios, la propiedad comunal y otros aspectos de la hasta ahora denostada por oscurantista y ultrarrepresiva Edad Media.

En el libro se perfila una crítica a la idea de la tecnología como elemento liberador o emancipador, señalando el carácter opresivo y destructivo de muchos avances técnicos. Así como un rechazo de la unión de las teorías emancipadoras con la abundancia material-la toma del montón, que decía Kropotkin, por ejemplo-. La búsqueda de la abundancia material, que consciente o inconscientemente va unida a la creencia de que el planeta se puede ordeñar o exprimir hasta el infinito, no ha traído más al final que el conformismo, la resignación, la pérdida de la libertad, la deshumanización.

Para el autor, libertad y necesidad no tienen por qué ser excluyentes una con otra, así como el reconocimiento de la finitud no tiene por qué ser incompatible con la búsqueda de una sociedad libertaria, al revés, pueden ser la fuente de su realización.

El libro, que no cae en el primitivismo, lo que es de agradecer, no da una respuesta clara a esos interrogantes, deja la cuestión abierta para que el lector piense por su cuenta, lo cuál nos parece positivo.

Y, sobre todo, el libro es, también, una invitación a descubrir una serie de autores, en su mayoría marginados o considerados de segunda división-pues el anarquismo nunca ha gozado, goza ni gozará de respeto-, pero cuya defensa, con diferencias, de una sociedad descentralizada, federal, autogestionaria y respetuosa con la Naturaleza, crítica de las Megalópolis- y la Megamáquina- y la concentración del poder, sigue siendo actual y necesaria, con las actualizaciones necesarias.

En una época de resurgir del autoritarismo y los populismos de diferente signo y color, el espíritu libertario debe mantenerse encendido y nuclear a su alrededor una alternativa práctica y constructiva, como la que buscaba uno de los nombres que aparecen en el texto, Gustav Landauer.


sábado, 4 de octubre de 2014

Filosofía para la felicidad. Epicuro



Errata Naturae ha publicado un libro donde tres filósofos, Carlos García Gual, Emilio Lledó y Pierre Hadot analizan en tres breves textos la vida y pensamiento del fundador de la escuela epicúrea y los principales fragmentos de su obra que han quedado para la posteridad: Filosofía para la felicidad.

Era la filosofía de Epicuro una reflexión sobre el cuerpo, las sensaciones, el placer y el dolor. Para él , el principio básico era el bienestar de la mente y el cuerpo, sólo partiendo de ese reconocimiento podría lograrse una mejoría social, frente a los que defendían una organización política ideal olvidando lo primero, lo que había llevado al fracaso.

Una mente sana requería vencer los terrores, de ahí a importancia que Epicuro daba a no caer en el temor de los dioses y, sobre todo en destruir el pánico a la muerte, pues cuando morimos ya nada somos, nada sentimos, ni bien ni mal, ni placer ni dolor.

Sin embargo Epicuro no desarrolla una filosofía del placer y los deseos similar a la contemporánea en su bajeza.En absoluto, Epicuro distingue entre deseos naturales y necesarios, como comer y beber, naturales y no necesarios, como los amorosos, y ni naturales ni necesarios. Con la satisfacción de los primeros, la renuncia total a los últimos y puntualmente a los segundos, nos ayudarían a encontrar la serenidad, por tanto la felicidad, en esa disciplina de los deseos.
A
demás para la escuela epicúrea la amistad es fundamental, de ahí que en el Jardín en las afueras de Atenas en el que se instalaron, convivió una comunidad de hombres y mujeres de todas las condiciones sociales, sin distinción de sexos, ni de libres o esclavos. Y, al contrario de lo que muchos pensaban, su vida, sus placeres, eran sumamente ascéticos: “siento el gozo de mi cuerpo al alimentarme de pan y agua, y escupo sobre los placeres de la suntuosidad, no por ellos mismos, sino por las trampas que producen”.



Epicuro y su pensamiento fue silenciado y tergiversado, y, si bien con sus defectos, pues su insistencia en la defensa del placer puede malinterpretarse o degenerar, como en cierto sentido ha sucedido en el mundo contemporáneo, que alguna vez, desde estas páginas, hemos definido como epicureísmo degenerado, vemos la superioridad moral  de las viejas filosofías y modos de entender la vida sabia, con las actuales.