jueves, 26 de marzo de 2015

¿Movilización o electoralismo?. Buscando un camino práctico

En los últimos tiempos se está dando un pequeño debate en algunos medios y sectores contestatarios en relación a si seguir la táctica electoral o la de la movilización en las calles.

Con el surgimiento de Podemos y su relativo éxito se han impuesto, por los hechos, los que esperan que un partido, a través de las urnas, les resuelva los problemas, quedando los críticos de la opción parlamentaria de momento en clara desventaja.

Nuestra opinión crítica sobre Podemos y su cúpula ya la hemos expresado aquí en algunas ocasiones, y nada queremos añadir nuevo, pues creemos que los hechos nos están dando y nos darán la razón sobre la nueva falsa ilusión que cada cierto tiempo se abate sobre los descontentos electores, creada en esta ocasión, junto a la nueva derecha, por los medios de comunicación, lo que debería ser motivo de reflexión en quienes crean que esas opciones son el cambio, y no el recambio que se prepara para ilusionar a los consumidores de nuevos productos en la telebasura. 

The show must go on, al menos hasta que interese mantener los partidos, luego ya veremos hacia dónde se dirigen las nuevas campañas de adoctrinamiento del rebaño que conformamos la sociedad de la información y el conocimiento, campañas que no dudemos tendrán creciente éxito.

Lo que nos gustaría es expresar nuestra oposición al dilema electoralismo-movilización. Pensamos que la mera movilización es, como el electoralismo, el sueño de una noche de verano, pues aunque salir a la calle a manifestar el descontento es necesario, nada cambia tras las procesiones laicas sabatinas o dominicales, el mundo sigue su marcha y el sistema no queda afectado en lo más mínimo, si acaso las gargantas de quienes de buena fe acuden a pasear y gritar consignas por las calles madrileñas en este invierno que parece no acabar.

Frente a tales mitos hay una tercera opción, una opción que, sin renegar de manifestarse, busque la creación de un espacio de economía alternativa, de creación de redes de cooperativas integrales de producción y consumo y de otras formas de vida alternativa en sus diferentes sentidos: educación, sanidad, ocio.... Este camino, ya decimos, es un camino difícil, mucho más complejo que los anteriores, pero el único con opciones de llevar a algo.

El problema, claro, es que de momento no entra en los análisis de la gran mayoría de la población, y ninguna o casi ninguna sigla parece ver que hay que dar pasos hacia eso. En el pasado tuvimos algo parecido en el anarcosindicalismo de la CNT, con capacidad para crear escuelas libres, ateneos, cooperativas y llegada la hora, colectivizar los medios de producción. Pero era otra época, otra población, con un sector obrero orgulloso de su clase, de su conciencia, con ideas de transformar la sociedad por sí mismos, por su esfuerzo. Hoy, de esa mentalidad no quedan sino jirones, todo es esperarlo del Estado, de los partidos, de instituciones, de Secretarios Generales con coleta o sin coleta.

La cultura y moral burguesa nos ha poseído y va a resultar muy difícil volver a levantar una cultura y forma de ver el mundo contraria a la cosmovisión dominante del capitalismo en la era del colapso.

¿Quiénes serán capaces de avanzar en esa dirección, abriendo la mano a todo el que quiera sumarse al verdadero cambio, dejando los sectarismo y divisiones partidistas en casa?. Las Marchas de la Dignidad podían pueden ser el aglutinante de algo parecido, de lo contrario quedarán, como el primero de mayo, en meros desfiles rituales para salir a las calles en demostraciones de impotencia ocultas tras el número de asistentes, en un mar de siglas, consignas y banderas que a nada conducen.

Y mucho nos tememos que acabarán en lo segundo.




jueves, 5 de marzo de 2015

El socialismo autogestionario en la encrucijada

Vivimos una época convulsa, de crisis múltiples, donde parecen perder fuerza los viejos partidos y ascender nuevas siglas. Una época de paro, de trabajo cada vez más precario, de sueldos menguantes, de pérdida de libertades…

Sin embargo, pese a la situación, no encontramos de momento ninguna fuerza revolucionaria que coja el toro por los cuernos y empiece a plantear una salida del sistema. Casi todo lo que encontramos son críticas a la fachada del régimen, confundiendo ésta con las raíces, las bases del sistema de dominio.

Así se ataca el bipartidismo, la constitución del 78, la corrupción de los dos partidos hasta ahora mayoritarios, se enarbolan discursos de nuevos procesos constituyentes ,se apoya, con escasa o nula reflexión, a nuestro entender, a partidos aparentemente novedosos, pero con bastantes similitudes a movimientos políticos de antaño de un lado y otro del océano atlántico y que carecen de discurso, de pensamiento serio más allá de consignas o tópicos repetidos continuamente; se piensa, con todas estas cosas, que instalando en los aparatos de poder nuevas caras, y haciendo algunos retoques o incluso creando nuevas constituciones podríamos acercarnos al Reino de Jauja, ideal al que ha quedado reducido ya hace mucho tiempo las organizaciones o gentes que se dicen críticas, regeneracionistas y de izquierda o derecha  populistas y autoritarias ahora mutadas en transversales en algunos casos.

Y esto es lo que más nos preocupa de la situación, la desaparición de un imaginario revolucionario. La sociedad de consumo, del adoctrinamiento y del espectáculo ha logrado hacer añicos el renacer del pensamiento realmente alternativo en un momento en que es muy necesario. Las consignas de las izquierdas siguen siendo las mismas, la defensa de lo establecido, de los mecanismos de funcionamiento de la revolución industrial: educación pública, laica, gratuita y de calidad, derecho a la vivienda, derecho al trabajo, empleo digno,sanidad pública y un largo etcétera de eslóganes vacíos .¿Para cuándo plantear una educación libre, una sanidad diferente?. ¿Para cuándo empezar a ver cómo salir del sistema asalariado, cambiar la organización y el sentido del trabajo, en vez de plantear mantener la servidumbre con mejores sueldos y más derechos?. ¿Para cuándo empezar a pensar que sólo una sociedad cooperativa, un impulso hacia lo comunal, o sea un equilibrio de derechos y deberes puede acercarnos más a que la gente tenga vivienda y las necesidades mínimas vitales cubiertas?.

En algún momento tenemos que empezar a analizar cómo salir de caminos trillados, de consignas caducas, de laberintos sin salida. Urge pensar en cómo reconstruirnos y reconstruir la sociedad de abajo  arriba.

En este aspecto también hay una responsabilidad evidente de los viejos planteamientos revolucionarios. Derribado el Muro de Berlín, caído el marxismo leninismo y siendo claro lo que era la socialdemocracia, el socialismo libertario tuvo oportunidad de sacar la cabeza, pero no lo hizo. Permaneció en su gueto, dividido y fragmentado, aislado de la realidad social, centrado en rememorar viejas hazañas históricas.

Nos encontramos, como hemos dicho al principio, en un lento y progresivo colapso, no sólo económico y ecológico, sino esencialmente humano. Las viejas recetas del izquierdismo no nos valen, pues exprimir al Estado y pensar que va a llover maná del cielo con el manido argumento de asfixiar a impuestos a los ricos-única ilusión en el fondo de la que viven las izquierdas- es una quimera, por muy pragmática que se venda. En estas condiciones es muy importantes que una alternativa socialista autogestionaria, de sociedad autónoma o como quiera etiquetarse-no importan los nombres como se etiqueten las cosas, sino las cosas en sí- sea capaz de abrirse paso planteando un verdadero proyecto de cambio a todos los niveles ,desde la autoconstrucción de los individuos hasta los niveles macros.

Como todo verdadero proyecto político radical y autónomo-no confundir política con partidos políticos- debe fusionar lo positivo de la actualidad con lo bueno de la tradición. El aspecto esencial de un renacido socialismo de autogestión estriba en recuperar e impulsar las viejas tradiciones e instituciones comunitarias extendiéndolas a los barrios, a las ciudades. Hablamos de los Concejos y los bienes comunales. Y esto es así porque el acceso a los medios de producción es clave para la supervivencia, pero también para transformar la sociedad, las mentalidades. Una expansión de las propiedades comunales iría unida a una expansión de la mentalidad ecológica, pues la destrucción de campos, bosques, cultivos…acabaría con el mantenimiento vital de las comunidades. También implicaría el incremento de la responsabilidad, así como de la conjunción de iniciativa individual y colectiva, evitando la opresión de unos pocos a la mayoría y /o del la llamada colectividad al individuo. 

Estaríamos también más cerca del equilibrio entre derechos y deberes. El derecho al acceso a los medios de producción iría unido a la obligación de cuidar de ellos, de responsabilizarse de su correcto funcionamiento.

En la declinante sociedad de consumo y bienestar, monetarizada,la mayoría de las personas se plantean luchar contra la pobreza a través de una Renta Básica, sin más. Nosotros no negamos este mecanismo a corto plazo, si bien creemos que debe buscarse un mecanismo diferente al tradicional de gravar empresas, subir impuestos… pues somos muy escépticos con que a través de esas maneras se pueda realizar sin consecuencias negativas a medio largo plazo. No obstante, estas propuestas de Renta básica, aparte de que en su gran mayoría no buscan un verdadero cambio social, sino una salida rápida y legítima a una situación de ahogo,olvidan la posibilidad de futuras quiebras, de un empeoramiento paulatino de la situación que podría hacer insostenible el mantenimiento de un salario para todos. ¿Qué sucedería, dónde acabaríamos si este sueldo garantizado a todo el mundo a partir de la mayoría de edad desapareciera?.

Ser previsor y a la vez revolucionario implica salir del cortoplacismo, de lo que personalmente calificamos de pragmatismo quimérico, o sea esas medidas que parecen más adecuadas y realistas a la mayoría de la población, como la gratuidad de todo, las ayudas estatales sin tener en cuenta lo que hay en la hucha, elevar los salarios, repartir el trabajo-¿pero cómo en un país como España con un alto porcentaje de paro y sueldos escasos?, ¿no sería eso más un reparto de miseria que otra cosa?, ¿es factible en este sistema?-etc. Frente al cortoplacismo y el pragmatismo quimérico, hay que propugnar mirar a medio largo plazo y no tener miedo en practicar un idealismo práctico, sin olvidar medidas a corto plazo, que por supuesto son necesarias.

Y por idealismo práctico entendemos unir unos planteamientos teóricos realmente rupturistas con lo existente, ya casi insostenible, con una práctica que funcione. Es decir la gente tiene que comer, alimentarse y no sólo de ideas. Por tanto junto a un ideario teórico, una propuesta de verdadera democracia, de autonomía, debe ir unida al desarrollo de un espacio económico alternativo que además la gente vea que marcha, que se puede vivir bajo otras estructuras.

Las casas no se construyen por el tejado, de ahí que si la opción autogestionaria se queda sólo en lo teórico, al final perecerá, entre la multiplicidad de programas de los diversos partidos y la visión de la gente que pensará que esas ideas son impracticables, bellas palabras, como hasta ahora.

Ahora o nunca es la encrucijada en la que se encuentra el socialismo libertario, el socialismo autogestionario, el ideal de una sociedad autónoma, si quiere sacar cabeza y ser alguien, tener peso, en lo que se avecina.