martes, 26 de enero de 2016

Podemos y la táctica del salami

Se conoce como táctica del salami al método usado por los comunistas tras la Segunda Guerra Mundial en la Europa del Este consistente en lograr el poder poco a poco, a rodajas, como quien devora un embutido.

Tras la derrota nazi, en Hungría, se establece un gobierno de coalición, donde los comunistas se hacen con varios Ministerios, especialmente el de Interior. Se realizan elecciones en las cuales el Partido Comunista local obtiene un mal resultado, quedando en tercer lugar. Rakosi, dirigente estalinista, al parecer hijo de carnicero, idea recurrir a lo que llama técnica del salami. En vez de destruir directamente toda oposición recurre a una maquiavélica estrategia: acusar de fascistas progresivamente a diferentes miembros de la oposición para dividir a sus partidos y lograr su expulsión y debilitamiento. Con el control de la policía y el Ejército Rojo a su favor, va devorando poco a poco a sus oponentes, rodaja a rodaja, hasta lograr el Poder absoluto.

Viene esta vieja historia a cuento por la propuesta de Pablo Iglesias y sus lugartenientes de un gobierno de coalición con el PSOE donde su partido exige, curiosamente, las carteras de Defensa e Interior-entre otras como  Educación y el control de la RTVE-, aparte de la vicepresidencia.



Algunos y algunas ingenuas pueden extrañarse de que un Partido que  ha ascendido al calor de la terrible crisis que nos golpea con el discurso de dar de comer a la gente, de la emergencia social, de que primero es la ciudadanía y luego los sillones, salga con esta propuesta de primero cargos y luego ya veremos. Y de que quieran dirigir  los que representan el núcleo del poder coercitivo del Estado- Fuerzas Armadas y Cuerpos de Seguridad-.

Estas exigencias tiran por la borda el discurso que hemos escuchado en varias ocasiones a gentes y medios de derecha de que Podemos era antimilitarista y antipolicial. Y también a muchas personas de izquierda que se han tragado que Podemos era lo que no era: el partido de la regeneración,  la renovación, la transparencia, el servicio a los ciudadanos...

La propuesta de Podemos resulta similar, salvando las distancias y la situación histórica, a la mencionada táctica del salami, pero también a la seguida por el PCE en la Guerra Civil española, consistente en intentar absorber al PSOE-sólo lo lograron con sus juventudes, gracias a la traición de Carrillo y otros- y a la vez luchar por  controlar el Ejército y la Policía. Con la diferencia, paradojas de la vida, de que han logrado destruir primero a su viejo partido, Izquierda Unida, primera víctima de la táctica del salami.

Y es que en realidad pocos son los que tienen claro la naturaleza real de Podemos. Profesores procedentes del marxismo leninismo que reconocen que tal doctrina es ya inservible para tomar el poder. Pero frente al camino de muchos excomunistas que acabaron en la socialdemocracia, ellos vieron en el populismo latinoamericano el nuevo discurso, la nueva herramienta que con lenguaje diferente al bolchevique: ni izquierda ni derecha, arriba y abajo, pueblo en vez de clases, gente versus castas... podría favorecerles en sus sueños de Gobierno.



Abandonamos el comunismo  pero nos quedamos con sus tácticas y sus métodos, con su espíritu totalitario, adecuándolo a Occidente, a la situación actual, usando otro lenguaje con más posibilidades de éxito.

Yerran nuevamente en mi opinión los sectores derechistas que creen que un triunfo de Podemos supondría la implantación de una dictadura comunista al estilo clásico.

Iglesias y su gente no está por nacionalizar la economía, ni siquiera por salir de la OTAN. La única ideología real de Podemos es el poder por el poder-salvo que pueda llamarse ideología al peronismo y derivados-. Pero son brillantes en la táctica y conocen la historia. Han visto la debilidad de Sánchez, su necesidad de gobernar sea como sea para mantenerse como Secretario General de los socialistas. Sueñan con poder realizar lo que no logró el PCE en la guerra civil: destruir al Partido Socialista- dividiéndolo entre partidarios y contrarios al pacto-,  y además gestionar el capitalismo como Syriza y, eso sí, reforzar el aparato represivo y adoctrinador.



Situados entre cuatro partidos y sus líderes, a cual más engañosos y corrompidos-especialmente el PP sumido en una corrupción desbordante--, los españoles se encuentran en una situación tan delicada como aparentemente apasionante.

 No obstante, al final, se imponga quien se imponga, se hará lo que mande la Unión Europea.

Porque quien pierde en este juego de trileros es la sociedad, aunque quizá tendremos que reconocer que tenemos lo que nos merecemos. 

 Y es que dicen, para finalizar, que la historia siempre se repite, primero como tragedia y luego como farsa.

miércoles, 6 de enero de 2016

Los hermanos Karamázov

En el Teatro Valle Inclán hemos asistido a una magnífica representación de una de las obras más importantes de Dovstoievski, Los hermanos Karamázov.

Durante tres horas se despliegan ante el espectador las vivencias de una familia en la que se juntan todas las pasiones, deseos, maldades y alguna bondad. Un padre, magistralmente interpretado por Juan Echanove, hombre que ha logrado ascender en la escala social que martiriza a sus hijos y a cuantos le rodean, dominado por la violencia verbal y la lujuria; un hijo militar, parecido a él pero del que vamos descubriendo algunos rasgos positivos, pues, al fin y al cabo ninguno somos lo que parecemos, el bien esconde obscuridad en sus recovecos y, a veces, el mal oculta destellos de luz, destellos que el libre albedrío de la persona puede apagar para siempre o encender.



Como prototipos de la época aparecen el resto de hijos, de hermanos: el filósofo racionalista y ateo, espejo de los famosos nihilistas de la época, que enarbola la frase: "Si Dios no existe, todo está permitido"enamorado de la prometida de su hermano militar, que a su vez ama a la joven, deslenguada y manipuladora prometida de su padre, mujer que al final tampoco es quien parece ser. 

El joven monje, de espiritualidad elevada, amigo del perdón y la concordia, reflejo de lo más positivo del ser humano. Y, finalmente, el hijo bastardo, el criado para el padre y saco en el que descargar toda su ira, epiléptico y en apariencia deficiente mental, pero que finalmente resulta ser un hombre lúcido, deseoso del amor , la comprensión y la liberación del infierno en que vive.

En esta obra el autor refleja mucho de su interior tormentoso, pero también del de Rusia. Una sociedad sometida a autoridades crueles y despóticas, de religiosidad y virtud aparente, pero que escondía seres desdichados, caídos en todo tipo de vicios , alcohol, ludopatía -como Dovstoievski-, agresividad, violencia doméstica, hijos no legítimos...

Los Hermanos Karamázov es una obra muy dura, de personajes excesivos, de diálogos profundos y a la vez crudos, de odios y desprecios que ya no se ocultan tras los cerrojos de los cuartos y las mentes, sino que vuelan de boca en boca, de gestos en gestos, de puños en puños.

Las sombras del ser humano golpean a los espectadores una y otra vez, sin apenas descanso, sin apenas grietas en el tabique que dejen entrar algo de luz solar.

Solo al final, cuando parece todo perdido, cuando lo peor, lo más monstruoso, parece tomar forma definitiva y absorber totalmente a la desdichada familia es cuando, sin embargo, emerge una pequeña luz de esperanza y de redención, cuando en esas inhumanas sombras gigantescas se inicia la metamorfosis o, mejor dicho, el regreso a lo que alguna vez fueron de niños. Seres para los que el futuro era un campo luminoso y esperanzador.