miércoles, 27 de julio de 2016

El regreso de la guerra santa

Ayer se produjo un cruel, como todos, pero también simbólico atentado.

Dos islamistas se introdujeron en una Iglesia francesa, tomaron varios rehenes y degollaron a un viejo sacerdote.

La novedad radica en que por primera vez se asalta un templo cristiano-católico, mejor dicho- y se asesina a uno de los representantes de esta religión.

No se puede decir que estuviéramos ante una guerra no religiosa, pues los fundamentalistas asesinan en nombre de Alá . Pero el brutal asesinato de ayer lo pone de manifiesto clarísimamente. 


Es una advertencia clara de que para ellos no cabe más fe religiosa que la musulmana. Ateos, agnósticos, cristianos...deben convertirse, o si no les espera la muerte, la represión, o el paso a las catacumbas. Y el Papa Francisco es un objetivo a liquidar por ellos, conviene recordar.

La guerra santa, que parecía algo del pasado, se introduce en Europa Occidental, con cruzados esta vez de la religión mahometana, y adecuando sus tácticas de terror a la nueva época, una especie de guerra de guerrillas, con explosivos, pistolas, hachas, cuchillos... A la espera de que den un salto de calidad usando otras armas como las químicas o biológicas, que esperemos que aún no dispongan de ellas, o al menos no tengan la cantidad suficiente o la posibilidad de utilizarlas.

Se trata de una Guerra de Religión muy compleja, aquí focalizada contra los europeos infieles, y que en sus países responde también a una guerra intestina entre las dos facciones, la sunní y la chií.

Guerra Santa favorecida, cierto, por la política irresponsable de Estados Unidos y sus aliados desde tiempo atrás. Desde su apoyo a los muyaidines en la antigua guerra de Afganistán contra la invasión soviética hasta la invasión desastrosa de Irak.

Usados como aliados, se han vuelto contra nosotros. Lo que no es explicación o justificación de sus métodos brutales, de sus inmolaciones. Se trata de un fenómeno que encuentra acogida en algunas lecturas del Corán, en ciertas suras donde se habla de guerra contra los infieles- por ejemplo el texto de la aleya 5 en la sura IX dice: cuando hayan transcurrido los meses sagrados matad a los asociadores dondequiera los encontréis...-.




Digo esto porque ha habido otras naciones o pueblos atacados, expoliados y que han sufrido mucho y que, sin embargo, ni han utilizado ni utilizan esas tácticas.

En fin que, en poco tiempo nos estamos encontrando con el retorno de lo peor del pasado. A este nueva guerra religiosa se une, o, mejor dicho, se entrecruza, la guerra global. 

La Cuarta Guerra Mundial entre potencias, la más peligrosa, claro, si se generalizara por la enorme capacidad armamentística de unos y otros. Potencias que, como hemos dicho, no dudan en usar sectores fundamentalistas para frenar a sus rivales, especialmente en Siria; de ahí que hablemos que la guerra de religión y la cuarta guerra mundial en el fondo responden a dos guerras entrecruzadas, o incluso si se quiere a una con dos caras: la lucha por los recursos y la que incluye la fe religiosa.

Han llegado tiempos sombríos para Europa Occidental. Un eslabón en el fondo débil. Dependiente de los Estados Unidos, con una población envejecida, en declive, sometida a una crisis económica, especialmente visible en el sur del continente.

Unas sociedades abducidas por decenios de propaganda consumista, hedonista, materialista.



Que no ha encontrado más reacción a su decadencia que la extrema derecha en el centro y norte europeo, y la izquierda demagógica en el sur. Es decir, unas poblaciones amantes de la servidumbre voluntaria y las supuestas salidas facilonas y , por tanto , irreales a la situación-.



Un continente en el fondo desarmado, en el sentido de falto de una cosmovisión elevada de vida. Sin ilusiones, vacía espiritualmente y, por tanto, mucho menos fuerte de lo que muchos pueden pensar.

Frente a un sector fanatizado y brutal, ¿qué podemos oponer nosotros en realidad?. Hablamos de derechos humanos, igualdad de sexos, laicismo... De acuerdo, sí, pero sin salir de España, hay un paro estructural del 20 por ciento o más, una población crecientemente empobrecida, expulsada a los márgenes; con empleos pasajeros y con sueldos que no dan para vivir con algo de dignidad.

En esta situación, si los islamistas conformaran un bloque fuerte, con un ideal de vida represivo para nosotros, pero positivo y esperanzador para ellos, que no temen a la muerte, si no que la esperan con ilusión, en dos o tres generaciones Europa se islamizaría, nos disolveríamos como un azucarillo, aunque ahora nos parezca imposible.

La posible solución, el rearme en ideales nuevos, en una espiritualidad auténtica que probablemente tenga que implicar para los creyentes el abandono de la idea del Dios personal, base de los odios y fanatismo interreligiosos, o en una filosofía moral sólida, en buscar un nuevo sistema que pueda dar esperanzas a una sociedad decaída y desmoralizada.

De lo contrario, parafraseando a la Internacional, la lucha final podría darse entre la ultraderecha y el islamismo. Y es que el nacionalismo y el fundamentalismo religioso, dos de los principales azotes de la humanidad, parecen reverdecer cada poco tiempo y mantener sus fuerzas intactas y feroces.

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